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Guerra y paz: la moneda en el aire

ARTURO SARUKHÁN

La crisis que nos tiene a todos en vilo desde hace semanas estalló el 17 de diciembre cuando Rusia masivamente desplegó tropas en la frontera con Ucrania y presentó a Estados Unidos y a sus aliados europeos un ultimátum. Su lista de demandas incluía detener cualquier expansión hacia el este de la OTAN, el retiro de sus tropas multinacionales de suelo polaco y los países bálticos y la posible retirada de armas nucleares estadounidenses de Europa. Lo más crucial fue la exigencia que a Ucrania jamás se le permitiera unirse a la alianza. Las demandas fueron de entrada rechazadas en Washington y consideradas inaceptables por todos los países miembros de la OTAN.

Es cierto que esta última exigencia de Moscú suena como algo que Washington podría considerar. La OTAN no está obligada a defender a Ucrania, como quedó patente y dolorosamente claro en 2014 cuando Vladimir Putin invadió Ucrania y se anexó sin chistar Crimea. Y la realidad es que Ucrania de todos modos no está hoy en proceso de unirse a la OTAN. Hacer explícita esa realidad puede no parecer una concesión tan trascendental, especialmente si puede evitar un conflicto armado. Pero hay dos razones por las que EUA y sus aliados debieran mostrarse reacios. La primera es una cuestión de principio: Ucrania es una nación soberana. Debería poder tomar sus propias decisiones sin que otras potencias deliberen por ella. La segunda es un tema de cálculo estratégico y prudencia: ¿darle a Putin lo que quiere realmente terminaría con la posibilidad de una guerra? Para cualquiera que ha lidiado con acosadores en un patio escolar, la respuesta no parece ser esa. Básicamente, Putin busca reconfigurar las fronteras europeas de la pos-Guerra Fría al establecer una amplia zona de seguridad dominada por Rusia y lograr que Ucrania vuelva a la órbita de Moscú, si es necesario por la fuerza. Y quizás no sea coincidencia el momento en que ha movilizado tropas rusas. Putin está tratando de pegarle al bombo nacionalista en su país en medio de una pandemia devastadora y una economía que se tambalea. El año pasado, los grupos de oposición realizaron algunas de las mayores protestas contra Putin en años. Todo también podría ser fanfarronería, parte de una campaña de intimidación del Kremlin y una forma de recordarle a Biden que si bien quiere centrar la atención diplomática de Estados Unidos en China, Putin todavía es capaz de causarle problemas. Pero es un hecho que su gambito más reciente podría resultar contraproducente. La OTAN podría acabar reforzando su presencia en países miembros que colindan con Rusia, como ha sucedido en el Báltico; Suecia, Finlandia y la propia Ucrania podrían decidir unirse a la OTAN.

Y como Talleyrand le recordó a Bonaparte, "las bayonetas sirven para muchas cosas, menos para sentarse en ellas".

El posible estallido militar tendría graves consecuencias para la estructura de seguridad que ha gobernado Europa desde el colapso de la URSS hace tres décadas. A menos que Biden pueda convertir la crisis en curso sobre Ucrania en una oportunidad, sumando aliados y manejando las divisiones internas estadounidenses, el revés para Europa y el mundo podría ser generacional. No hay duda de que lo que suceda en las próximas semanas será un momento crucial no solo para Biden sino también para la política exterior de EUA -y la seguridad, paz, estabilidad y el derecho internacionales- en el siglo XXI.

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Escrito en: Editorial Arturo Sarukhan editoriales

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