¿Qué provoca las guerras? Probablemente la explicación a las guerras se encuentra en el futuro que se aspira concretar con un resultado favorable en su desenlace. Es decir, la motivación última es el deseo de que las cosas sean mejores en un futuro, solamente imaginado, a las del presente conocido. En otras palabras, el estado presente de una situación se vuelve insoportable para un grupo de personas que, ante la imposibilidad de cambiarlas por la vía pacífica, toman la decisión de cambiarlas por la fuerza propia de la violencia. Este supuesto, sin embargo, más que explicación ofrecería un marco justificativo de las guerras, o al menos de una parte de ellas, cuando ningún camino se abre excepto aquel que se irrumpe por la fuerza última, esa que pone el balón lejos del empate y obliga a uno de dos resultados, el triunfo o la muerte.
Pero la búsqueda de un mejor futuro o al menos uno muy diferente al presente que se pretende erradicar no parece ofrecer mucha claridad como herramienta para la comprensión de los resortes de la guerra. Acaso para solo un puñado de ellas, las que se volvieron necesarias ante la terrible opresión, pueda funcionar la hipótesis de la guerra como rebeldía ante una situación opresiva e injusta. La historia nos muestra, en contraparte, que hay guerras alejadas totalmente de esa intención y se desatan por otras motivaciones, a veces burdas por lo evidente de sus pretextos, pero en otras ocasiones mucho más complejas porque los incentivos suelen disfrazarse de tal manera que no se trata nada más del enfrentamiento entre un grupo de buenos bueno y otro de malos malos.
El viernes de la semana pasada, en mi colaboración quincenal "El contexto de la sostenibilidad", en el programa de radio Contextos, propuse una reflexión acerca de la relación que hay entre los conflictos bélicos y la posesión y acceso a recursos naturales y otros bienes. Así, por ejemplo, la invasión ordenada por Putin a Ucrania ha utilizado como una de sus armas estratégicas la amenaza de cortar el suministro de gas natural a sus principales clientes, mismos que resultan ser los países europeos con mayor armamento y más capacitados para repeler la invasión. Desde esta perspectiva, las fuentes fósiles que generan la mayor parte de la energía utilizada para mover al mundo han sido, y son todavía, la principal palanca de conflictividad internacional. Es paradójico, precisamente las fuentes de mayor impacto en la crisis climática, situación calificada como la mayor amenaza a la estabilidad global en las próximas décadas es, también, el principal incentivo de las mayores guerras de los últimos decenios. Desde este ángulo, la transición energética sería también un paso significativo hacia la paz mundial.
Las tecnologías que permitan avanzar en la sostenibilidad planetaria tendrían como efecto adicional una disminución en los incentivos actuales que propician los conflictos. En este orden de ideas, tenemos por ejemplo las tecnologías que permiten reducir la cantidad de del riego necesario para la producción de alimentos. En todo el planeta las actividades que hacen posible la alimentación mundial utilizan significativamente el agua recurso que hacia adelante puede convertirse en incentivo de disputas internacionales. ¿Cómo reducir ese riesgo? Con tecnología. Cada vez hay más uso de técnicas que permiten optimizar el riego en las actividades primarias. Generalizar esa práctica tendrá efectos directos en las reservas del recurso, pero también posibilitará la producción de alimentos necesarios para un mundo de más de siete mil millones de seres humanos, de los cuales casi mil millones duermen cada día sin la alimentación básica necesaria. México no es excepción en esta realidad, a juzgar por los reportes de la cantidad de personas en pobreza alimentaria y las importaciones que se hacen de productos básicos, al país le urge, por seguridad nacional, recuperar soberanía productiva con base en prácticas sostenibles. La tecnología desarrollada muestra que es posible.
Mientras se da paso a las transiciones necesarias, aún vemos necedades ideológicas que anuncian nuevos futuros pero cavan ciegamente hacia el pasado como, por ejemplo, la invasión rusa a Ucrania.
@EdgarSalinasU