No cabe duda que México posee una riqueza cultural invaluable y extensa. Según la UNESCO, la cultura se considera "como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad". Una tradición que combina música, historia, artesanías, danzas y componentes religiosos es la llamada fiesta grande de los Parachicos de Chiapa de Corzo, en el estado de Chiapas. Esta celebración, catalogada como patrimonio inmaterial de la humanidad por la misma UNESCO, se realiza entre el 8 y el 23 de enero de cada año. Como mexicanos, es importante conocer y apreciar las tradiciones de nuestro país como un elemento fundamental de nuestra historia e identidad. Pues bien, esta fiesta se realiza desde hace más de 300 años para honrar al Señor de Esquipulas (o de los Milagros) así como a San Antonio Abad y San Sebastián Mártir, patrono de la ciudad.
Esta celebración tiene su origen en una narración bien conocida por los lugareños: la leyenda cuenta que a mediados del siglo XVIII una señora guatemalteca, llamada María de Angulo, llegó a Chiapa de Corzo en búsqueda de una cura para su hijo enfermo; al encontrarla decidió hacer una fiesta en honor al santo patrono y repartió víveres entre los pobladores. A partir de esta historia nace la danza de los parachicos, bailarines que recorren la ciudad llevando imágenes religiosas y tocando los "chinchines", sonajas que acompañan la música de flautas y tambores en esta danza que inicia por la mañana y termina en la noche.
La vestimenta de los parachicos es llamativa y parte indispensable de esta tradición. Llevan una máscara de madera de facciones finas con ojos azules o verdes, barba, una montera que se fabrica con ixtle, un sarape, una chalina, cintas de colores y su respectivo chinchín. Las máscaras son fabricadas por artesanos de la localidad con madera de cedro en un proceso de tallado que puede llevar hasta 15 días, ya que inicia con el proceso de tala y secado de la madera hasta su acabado final. La chalina lleva bordados también realizados de manera artesanal. La montera es elaborada incluso por los propios parachicos, ya que lo consideran parte de este importante legado. En la ciudad incluso se ofrecen talleres para aprender la elaboración de las máscaras, mientras que el tejido se ha ido aprendiendo a través de generaciones que se han encargado de mantener viva esta celebración. El dirigente de los danzantes, denominado patrón, avanza por las calles repitiendo alabanzas, su máscara proyecta una expresión dura y severa que complementa con un látigo y una guitarra con los que de manera simbólica castiga el pecado y la desobediencia; le siguen de cerca el resto de los parachicos, así como personas de todas las edades que van imitando sus movimientos.
La festividad inicia el 8 de enero con el anuncio de la fiesta grande en el desfile de las Chuntá, hombres disfrazados, maquillados toscamente y que portan en su cabeza una canasta con frutas o verduras. Esto se realiza para recordar la acción de la señora Angulo que repartió comida entre los habitantes del pueblo. Sin duda una gran fiesta que se adueña de todos los pobladores y que México comparte con el mundo.