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Ibero transforma

RECORDANDO AL P. ALEJANDRO TREVIÑO SJ.

IBERO TRANSFORMA

En días pasados tuve el privilegio de charlar con Antonio Álvarez Mesta dentro de su canal de youtube. Para muchos de nosotros, el profe Toño es una institución y ejemplo de pasión por el conocimiento, de los mejores en su materia.

Disfruté mucho el diálogo que nos fue llevando a recordar anécdotas y experiencias vividas en la Escuela Carlos Pereyra, como alumno y como colaborador. Salieron a relucir jesuitas. Uno de ellos fue el P. Alejandro Treviño Noyé, que murió el 2 de junio de 2018 en la tranquilidad de su habitación.

Fue mi profesor de Teología en la preparatoria, en esa época se destacaba por su carácter fuerte, impulsivo y amante de los deportes. Recordábamos la estrategia que tenía para limar asperezas cuando había un conflicto entre compañeros, en su oficina era visible un par de guantes de box, cuando era sabido que dos compañeros traían un problema, alguien le avisaba de la situación para que rápidamente los buscara y les propusiera dirimir el conflicto con un par de rounds de box en el recreo.

Solamente eran unos minutos, tomaba todas las precauciones para evitar alguna lesión, siempre cuidando que no se dañarán; para sorpresa, en muchos casos, se terminaba el conflicto y se convertían en los mejores amigos. Ahora sería impensable, incluso antipedagógico, pero en aquellos tiempos buscaba reconciliar y recomponer la relación entre dos compañeros.

En el 2001 recibió como misión nuevamente La Pereyra. Inmediatamente se dejó ver el talante arrojado para que el siguiente año fuera designado rector con la encomienda de concretar el sueño anhelado de tener un nuevo campus.

Recuerdo la pasión que le imprimió al proyecto, a sabidas cuentas de los bemoles y obstáculos que sorteó para fructificar en un bello campus. En el 2004 en una tarde de mayo me buscó en mi cubículo, en las antiguas instalaciones de la colonia Torreón Jardín, pidió que fuera a su oficina, recordando a aquel profesor de Teología, de carácter explosivo, pasaron por mi mente muchas cosas hasta el punto de pensar que se trataba de mi despido.

Ya en su oficina dedicamos unos minutos para bromear y recordar viejos tiempos, enseguida, sin decir agua va, me propone que asuma la dirección de bachillerato. Confieso, no daba crédito a lo que me había expresado, pensaba que se sumaba una vez más a las bromas que inicialmente habíamos entablado. Después de algunos años va reconociendo las expresiones de las personas, y su rostro, mostraba la seriedad e importancia del acto. Dudé en la invitación, solicité un tiempo para discernir.

El buen Dios de Jesús me fue llevando de la mano para aceptar la invitación. Debo decir que ha sido un regalo, una dicha el haber trabajado directamente con él. Fueron años de mucha cercanía, de estar al pendiente del equipo directivo de la prepa, llegaba a la dirección con su tradicional frase: "¿Qué novedades?" Sabíamos que teníamos que dar parte de lo acontecido en la vida de la prepa. En dichos años, me tocó conocer a un rector prudente en sus decisiones más mesurado en su actuar. En alguna ocasión necesitaba plantearle una duda, lo encontré en uno de los pasillos, vi su rostro desencajado, me pidió tratar el asunto hasta el día siguiente, nunca lo había visto así. Había pasado una situación delicada que involucraba el actuar de un colaborador, me compartió que había aprendido que ante una situación de gravedad le ayudaba salir del colegio y regresar hasta sentirse más tranquilo. Muy al modo de San Ignacio de Loyola: "No tomar decisión en tiempos de mudanza o desolación". Muchos fueron los aprendizajes. Reitero mi agradecimiento por tanto bien recibido. Gracias P. Alejandro Treviño.

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