Desde hace un par de años vengo observando cambios en la relación entre padres de familia e instituciones educativas. Por poner un ejemplo, en una reunión con docentes, uno de ellos, me platicaba un incidente que tuvo con un padre de familia, quien reclamaba que no se aplicara el reglamento por la falta cometida de su hijo y esa tarde se fue en compartir experiencias no tan gratas con padres de familia. Sabemos de antemano, desde documentos oficiales hasta documentos propios de las instituciones educativas que toda comunidad educativa está conformada por: docentes, directivos, exalumnos, bienhechores, personal de servicios, padres de familia y su importancia dentro del proceso de enseñanza aprendizaje. Se nos ha dicho que las comunidades educativas son educadoras no sólo para los estudiantes sino para todos los integrantes. En consecuencia, tendríamos que partir de que todos educamos, nos educamos juntos; diría Paulo Freire: "Nadie se educa solo". Tal principio desentraña la importancia de caminar juntos, de acompañar-nos en el proceso formativo. Importante es partir de conceptos comunes, desde que concepción de escuela tenemos: escuela disfuncional, escuela guardería, escuela elitista y buena escuela.
Seguramente todos queremos una buena escuela para nuestros hijos, esa escuela se destaca por un índice muy reducido de reprobados y un alto desempeño académico de todos los estudiantes. Sumando, valdría la pena, tomando como referencia el Proyecto Educativo Común para América Latina de los jesuitas, cuestionarnos sobre nuestra comunidad educativa: ¿Nos reconocemos como una comunidad de aprendizaje? ¿Somos una red de relaciones animada por un mismo espíritu y una misma vocación? ¿El espíritu de comunidad que se experimenta genera políticas que impulsan a todos juntos hacía la construcción de la misión y visión que se ha propuesto en el proyecto de la institución? ¿La cultura de la institución tiene una estructura que promueve la comunidad para todos? ¿En qué grado se da la colaboración en relación a la misión entre los educadores, directivos, etc.? ¿Todos los miembros de la comunidad educativa, conocen el tipo de sociedad y de personas que queremos ayudar a construir por medio de la acción educativa? ¿En qué medida las normas de convivencia y estatutos, tanto para funcionarios como estudiantes, describen sus derechos y deberes, el régimen disciplinario y la participación de los órganos directivos? ¿En qué porcentaje estos mecanismos (normas y estatutos) sirven de orientación para la vida cotidiana de los integrantes de la institución? ¿Todos conocen la misión y la responsabilidad que desempeñan como integrantes de la institución? ¿En qué consiste el plan para la promoción de la participación de la comunidad educativa? ¿Los medios informativos son eficaces? ¿En qué porcentaje es la participación de la comunidad educativa?
Estas preguntas nos pueden ayudar a orientar el camino a quienes integran la comunidad, si es así se evitarían conflictos, en el caso, entre padres de familia y docentes.
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