Revisando la política latinoamericana observamos una postura que se va generalizando: la corriente del ciudadano común y corriente hacia la izquierda.
En Chile, con mayoría marcada, Gabriel Boric, de tan solo 35 años de edad, ganó con amplio margen, pronunciando un discurso de alternativas para los pobres. Vale la pena mencionar su postura moderada; busca sumar en lugar de restar y pretende tener mayor comunicación con los ricos - aportaciones y compromiso social- evitando romper la relación, sabedor de sus posibilidades para echar a andar la maquinaria productiva.
En nuestro caso, solo se busca captar dinero para regalarlo, aún con la destrucción de relaciones que, curiosamente, terminan provocando una lucha de poder que sufren los más necesitados, quienes pierden su trabajo, consecuentemente sus ingresos.
La pregunta que habrá que hacerse es ¿por qué ese marcado giro en Latinoamérica?
Desde el siglo anterior, siendo ejemplos: Castro en Cuba, Evo Morales en Bolivia y Chávez en Venezuela, han logrado virar la política de sus países a la izquierda. Todos empobreciéndolos brutalmente y rompiendo con el principio democrático fundamental de la libertad.
Pareciera que ellos aprovechan la inconformidad para orientar votos y, establecidos en el poder, mantener programas de aparente solidaridad social para sostenerse. Regalar dinero nunca ha sido solución y aun a sabiendas, aplican el método para encadenar votantes.
En forma gruesa podemos comprender la distribución poblacional de México: 20% administran más del 70% del dinero; otro 20% integrado por la clase media productiva y 60% de pobres; de ellos, al menos 40% viviendo en la miseria.
Esa distribución socioeconómica explica por sí misma el éxito izquierdista; ellos, atendiendo recomendaciones expertas, aplican estrategias electorales desde mucho tiempo atrás:
Utilizan fórmulas sociopolíticas conocidas: dividir y crear diferencias entre las llamadas clases socioeconómicas; tomar el control emocional de las minorías, hasta unirlas como mayorías votantes; provocar el enojo y resentimiento entre unos y otros; y, ante todo, hacer propaganda sobre el supuesto cambio favorable, prometiendo un viraje que beneficiará a la mayor parte de los ciudadanos y sus familias. Consumen recursos repartiéndolos, regalándolos, aún dañando la economía al finalizar el ciclo.
Desde luego que hay otros factores que han influido, entre ellos las contingencias sociales y de salud -economía mundial, el COVID- que provocan enormes desgastes económicos: mayor inversión en medicamentos -vacunas principalmente-, pérdida de empleos -dejando sin ingresos a trabajadores desempleados-, baja en captación de recursos, fuga de capitales, crisis económica mundial, etc.
Cuando se vive la obcecación del poder por encima de la razón vienen las decisiones gravemente desafortunadas, incluidas acciones radicalizadas como la represión y coartación de la libertad individual.
En los estados federales vivimos consecuencias crónicas por tal obsesión y no es raro encontrar la represión violenta a manifestantes inconformes, tortura y hasta desaparición de individuos rebeldes. Los encarcelamientos por imputaciones infundadas son frecuentes y el sometimiento violento, hasta la muerte de periodistas, no son extraños y hasta frecuentes.
En general, los mexicanos vivimos con indiferencia, irresponsabilidad y desinterés sobre nuestra realidad económica y política; cierto que en los últimos años las contiendas en los medios de comunicación entre los postores de derecha e izquierda han logrado atraer la atención de una buena parte de los ciudadanos; sin embargo, el manejo de la información para manipular utilizando recursos inmorales, generan incertidumbre y desconocimiento de la verdad, distorsionando perversamente nuestro criterio.
Así, la manipulación es probable y temo que vivimos inconscientes de tal realidad: nos hacen políticamente inocuos.
Tenemos particularidades que dañan; el desinterés e insuficiente participación política permitieron el abuso en el pasado, oportunidades que aprovecharon los politiqueros ladrones para enriquecerse brutalmente y, ante la impunidad, exhibir sus exagerados recursos materiales con lujos verdaderamente ofensivos. Sembraron resabios de ira.
Esa desgracia ahora la utilizan los nuevos abusadores; ellos han montado sus campañas en las promesas del cambio, fustigando al enojo y el encono, apoyándose con la repartición de dinero que, ciertamente, urge en muchas familias.
El enojo y la ira obnubilan la razón y la consciencia, realidad psicológica de masas que también aprovechan; algunos, ya enajenados por el rencor apoyan al mesianismo, esperanzados, aún presintiendo que poco cambiará, suspirando inútilmente ver castigados a sus anteriores abusadores. Algunos están tan dañados que se niegan a recordar la historia y desenmascararlos.
No hay solución fácil y habrá que esperar que, con el tiempo, los daños causados por los corruptos puedan subsanarse; ahora, están entreverados unos con otros, apoyándose y participando del botín político.
Las malas acciones harán reaccionar al ciudadano, aunque para ello se requiere educación, intencionalmente descuidada y hasta pretendiendo controlarla -UNAM, CONACyT-.
Urge la conciencia individual sobre la necesidad de entender nuestra realidad, algo a lo que, como mexicanos, tampoco estamos orientados.
Esperemos que pronto rebrote la consciencia social y comprendamos que solamente unidos, trabajando honestamente y solidarizados, podremos salir adelante. ¿Qué piensa?
ydarwich@ual.mx