Hace muchos, muchos años un matrimonio joven que estaba en condiciones económicas muy limitadas, tuvo a su primer hijo quien fue su más grande ilusión hecha realidad, el niño creció unos meses y murió de forma repentina, de lo que ahora pomposamente se llama "muerte de cuna" exactamente el veinticuatro de diciembre.
Con el enorme dolor a cuestas continuaron la vida, y esta los premió mandándoles dos excelentes hijas, a la mayor de las dos la naturaleza le mandó de regalo una enorme prueba que fue la enfermedad de la "polio" esta niña con toda la ayuda y cariño de sus padres se sobrepuso, contra todo pronóstico, a esta enorme prueba.
Los años pasaron y volvieron a tener otro hijo, quien aunque muy esperado, jamás sustituiría la partida repentina de su hermano mayor, pero aun así la familia en cuestión continuó con su vida y a los pocos meses de edad ese niño quien había sido una probable segunda oportunidad, enferma gravemente de neumonía en temporada de invierno, contando también con solo unos meses de nacido y también con sólo unos pocos pesos… por esta razón llamaron al Dr. Méndez Pérez, éste acudió a la casa, revisó al niño y les preguntó "¿creen en Dios?" a lo que la señora contestó: "¡claro con toda el alma!" pues entonces, les continuó diciendo el médico, "sin tardanza bauticen aquí al niño, pues le queda muy poco tiempo de vida" y en "Articulo de Muerte" fue ungido en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en la llave del agua del patio, pues ni siquiera tenía lavadero la casa que por aquellos entonces rentaba aquella familia.
Al extender la receta de los medicamentos prescritos por el médico, se la dio a la señora diciéndole "súrtala cuanto antes", le preguntó "¿tiene para surtirla?", y le contestó: "no, sólo para pagarle su consulta, ahorita a ver como consigo dinero para comprar las medicinas…"
El doctor le contesta: "no me pague nada señora, surta los medicamentos y que Dios la ayude".
Sin dinero pero con toda la fe del mundo la señora se entregó a su niño y con la ayuda de "Dios" este salió adelante con el peor de los pronósticos, pues se pensaba que toda la vida, este niño si crecía, sería un debilucho y enfermizo ser humano.
Los años pasaron y este matrimonio tuvo otros tres hijos más, dos mujeres y un hombre para completar 6 miembros en total, como antes eran las familias, más numerosas que hoy en día.
La vida siguió como para todos su curso, y los hijos de aquel matrimonio crecieron con un esfuerzo constante, bajo el amor y cuidado estricto de sus papás quienes les inculcaron siempre el afán de superación, el esfuerzo diario en todo lo que emprendieran, enseñándoles a trabajar, a no envidiar a nadie y, a ayudar a todos, siempre en la medida de lo posible.
Aquel segundo hijo que estuvo a punto de morir creció, y heredó la capacidad de sobreponerse enseñada por sus padres y no se cansa hasta el día de hoy de darle gracias a Dios todos los días por la oportunidad que le da de vivir, agradeciéndole y tratando de dar testimonio, de que el hecho de seguir aquí, es para algo, luchando a diario contra los problemas cotidianos, sin esperar más nada, sin dar nunca nada por hecho, agradecido infinitamente también con aquel Dr. Méndez Pérez que no cobró la consulta, y con la vida en general, pues ésta a pesar de todos los pesares y haber tenido que remar siempre contra corriente, le enseñó a ganarse el pan a diario como si fuera siempre el primer día sin esperar repito nada y sólo sostenido por la fe.
Esto lo sé y lo vivo en carne propia… porque aquel niño soy yo.
Y ahora para terminar una gota de filosofía: SI PUDIERA BORRAR TODOS LOS ERRORES DE MI PASADO, ESTARÍA BORRANDO TODA LA SABIDURÍA DE MI PRESENTE.