No se trata de remitirse a la vieja práctica de muerto el rey, viva el rey. Tampoco tratar de hacer leña del árbol caído o siquiera caer en la franca cobardía de atreverse a señalar hasta ahora un problema que ya daba visos de existir, pero por todavía estar en el poder el responsable último del mismo, no se había tratado antes.
Se trata de la situación financiera en la que dejó a las arcas del gobierno del estado de Durango el ahora exgobernador, doctor José Rosas Aispuro Torres.
Esta semana el actual gobernador, Esteban Villegas, con apenas 14 días de haber asumido el mandato que recibió a través del voto popular y democrático en junio, vino a La Laguna donde declaró que encontró una deuda pública estatal que puede rondar la friolera cifra de 25 mil millones de pesos. Es decir, en los 6 años de Aispuro Torres, la entidad federativa pasó de tener un pasivo de alrededor de 14 mil millones, a 9 mil millones más, lo que representa un crecimiento de 64 por ciento. Esta cifra incluye los contratos de las obras realizadas bajo la modalidad de PP (publico privadas) que, aunque se disfrace de concesión, termina siendo deuda para el erario.
Es natural que en el cambio de sexenio, la administración entrante tome acciones para enviar el mensaje a la ciudadanía de que irá tras las corruptelas de quienes las hayan cometido mientras estuvieron en el poder. Es repetitivo este tipo de acciones sobre todo cuando ocurre alternancia, que en este caso es parcial. Hoy Villegas, con pertenencia priista, accede al cargo para relevar a un panista (aunque Rosas estuvo décadas en el PRI también) pero ganó las elecciones con alianza entre los otrora antagónicos partidos, más la participación del PRD.
Con estas condiciones, es claro que Villegas no le debe nada a su antecesor próximo, por ello es que ha elegido un tono de declaración, que pinta como desastroso, el panorama económico estatal. Su funcionarios ya empezaron a declarar que por supuesto hubo excesos, como es el caso de lo expresado por el actual secretario General de Gobierno, Héctor Vega Franco, quien ayer informó que han encontrado que 40 exfuncionarios de la pasada administración se vieron beneficiados con compensaciones económicas que superaban los 16 millones de pesos anuales, lo que a todas luces muestra que lejos está de haber sido impoluto.
Sin embargo, 16 millones son poca cosa para una deuda que creció 9 mil millones. El problema comenzó para las arcas públicas duranguenses desde que llegó el gobierno de la Cuarta Transformación a nivel federal, el primero de diciembre de 2018. Desde el primer momento, la administración encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió centralizar el poder, con lo cual, comenzó a recortar las participaciones federales que se envían a los respectivos gobiernos de los estados y, tratándose Durango, un estado con pobre recaudación por sí mismo, su dependencia económica con la federación también es absoluta.
A esta circunstancia habría que agregar que el exgobernador navegó 5 años sin tener control del Congreso local. Cuando llegó en 2016 con estrecho margen, no tuvo los diputados suficientes para hacer mayoría, por lo que tuvo que transitar con los priistas, que entonces eran rivales. Dos años después (la reforma electoral de hace unos años atrás obliga a los estados empatar alguna de sus elecciones con los comicios federales, Durango optó por que fueran las de diputados locales y tuvieron que hacer una legislatura que duró dos años, del 2016 al 2018) la ola de Morena logró hacerse de gran mayoría, por lo que tampoco tuvo margen de maniobra con el legislativo. Agregar también la pandemia a todos golpeó.
Aún con todo ello, no se le puede dejar de atribuirle al exgobernador José Rosas Aispuro que pecó de cierta irresponsabilidad por lo sucedido. Sabedor de que las arcas iban al seguro quebranto, no impulsó acción alguna para evitarlo y prefirió hacer nada al respecto y proseguir con su aparente política siempre conciliatoria, lo que derivó en la desgracia en las que se encuentra la Hacienda duranguense.
El costo de no tomar decisiones lo llevará el doctor Aispuro para siempre, ya que siquiera se presentó a la ceremonia del cambio de poderes puesto que ya el desastre campeaba días antes de dejar el poder. Quizá se conozcan en el tiempo tropelías que incluso pudiesen involucrarlo, pero a juicio de la historia tachará su gestión donde la indolencia ocupará un lugar preponderante.