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No hagas cosas buenas

La justicia y la revancha

ENRIQUE IRAZOQUI

Es muy difícil tratar siquiera de permanecer en la imparcialidad, en poder aportar opiniones con cierto equilibrio en lo que respecta a la vida pública, lo que ayer era verdad o quizá es solo una historia anecdótica.

Por décadas, la lucha era entre el PRI y el PAN, y quien dijera hoy que en Durango ya desde el año pasado van de la mano, así como en diferentes partes del país lo hicieron en la contienda electoral del 2021, y están prestos para hacerlo ahora para la elección del sucesor del actual gobernador duranguense, José Rosas Aispuro Torres. En Coahuila el escenario pinta para lo mismo, aunque con sus matices: en Durango tanto el PAN como el PRI sabían que irían sin remedio a la derrota si compitieran en lo individual ante Morena; en tanto en Coahuila aunque el PRI tiene una manifiesta fortaleza tal y como lo acaba de demostrar en junio pasado, donde retuvo con amplitud la presidencia municipal de la capital, le arrebató al PAN Torreón y San Pedro en La Laguna, reconquistó Matamoros derrotando al exalcalde Horacio Piña, que buscaba su reelección, y en Piedras Negras venció a Morena, además de conquistar 7 de los 5 distritos federales, sabe del peso de Morena, por lo que la suma de lo que queda del panismo coahuilense ampliaría sus posibilidades de triunfo, máxime en un probable escenario donde los resultados fuesen de margen estrecho.

Con ese ejemplo más que claro y aceptando que todo en la política es cambiante, hablar del desempeño de la Cuarta Transformación, como denominó Andrés Manuel a su administración, es sumamente complicado si se pretende mantener la bandera de la ecuanimidad y justo balance.

Particularmente es difícil hacerlo cuando el propio López Obrador ha insistido en crear la división entre los mexicanos. Por un lado están los liberales (equivocadamente él llama así a cierta parte de su grupo de apoyo), el pueblo bueno, como los miembros de ese sector de la sociedad donde moran las virtudes humanas; del otro lado están los malvados conservadores, los "fifís", que son bajo la perversa concepción creada por el propio presidente los guardianes generalizados del robo, del abuso, de las miserias humanas.

La verdad es que el mandatario ya con más de la mitad de su periodo transcurrido ha demostrado que lo mueven fundamentalmente fuerzas que dictan su conducta, una de ellas loable y la otra lamentable.

En verdad es loable que el presidente ve desde su perspectiva por los pobres, por los más desprotegidos, por aquellas grandes capas del pueblo mexicano que por décadas han sido abusadas por algunos de los más afortunados, por algunos poderosos que ciertamente se han aprovechado malsanamente para disfrutar de su posición para enriquecerse tramposamente. Es verdad que Andrés Manuel López Obrador ha evitado entregarse a los privilegios que ofrece su posición, como lo solían hacer los presidentes priistas, que gobernaban con prácticas faraónicas sufragadas por un país de millones de pobres y de miserables (quizá con la excepción del doctor Zedillo), así como hicieron lo propio los panistas de entonces Vicente Fox y Felipe Calderón, que en cuanto se sentaron en la silla poco o nada hicieron para cambiar el estilo de sus predecesores y que Peña Nieto relanzó aún con más cinismo. Lo peor de todo es que tampoco tocaron los poderes fácticos que supieron transar para conservar sus privilegios en detrimento del pueblo.

Lo lamentable son las medidas que ha tomado para reivindicar a quienes por derecho y justicia les correspondía. Atacar a la iniciativa privada solo porque le genera rencor es la fuerza deleznable que también lo moviliza. El presidente en sus dichos y procederes ha demostrado que él no gobierna para México, gobierna para su base que sin lugar a dudas ha sido históricamente afectada. Su pontificado de pueblo bueno y ricos y hasta aspiracionistas perversos no es de una persona de alta calidad moral.

Su pontificado de austeridad y moral se desploma cuando su hijo hace exactamente lo contrario y no recibe la condena que suele espetar a todos los que él denomina "fifís" juniors, conservadores.

Qué grandioso que en el presidente mora la fuerza de la justicia, pero lamentable que la revancha muchas veces pesa más. Ojalá que por el resto del sexenio la primera se termine imponiéndose a la segunda.

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Escrito en: editorial Enrique Irazoqui editoriales

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