"No te imaginas lo que ganas cuando pierdes la vergüenza"
-Adagio muy asentido por los políticos-.
A Eleazar, uno de los principales escribas, hombre de edad avanzada y semblante muy digno, le abrían la boca a la fuerza para que comiera carne de cerdo. Él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida de infamia, escupió la carne y avanzó voluntariamente al suplicio.
Los que presidían aquel sacrificio, viejos amigos de Eleazar, lo llevaron aparte y le propusieron que hiciera traer carne permitida, preparada por él mismo, y la comiera, haciendo como que comía la carne del sacrificio ordenado por el rey; así se libraría de la muerte y lo trataran con consideración.
Él, adoptando una actitud cortés, digna de sus años, de su noble ancianidad, de sus canas honradas e ilustres, de su conducta intachable desde niño y, sobre todo, digna de la ley santa dada por Dios, respondió: «¡Envíenme al sepulcro! No es digno de mi edad ese engaño. Van a creer muchos jóvenes que Eleazar, a los noventa años, ha apostatado, y, si miento por un poco de vida que me queda, se van a extraviar con mi mal ejemplo. Eso sería manchar e infamar mi vejez. Aunque de momento me librara del castigo de los hombres, no escaparía de la mano del Omnipotente, ni vivo ni muerto. Si muero ahora como un valiente, me mostraré digno de mis años y legaré a los jóvenes un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar voluntariamente una muerte noble por amor a nuestra santa y venerable Ley». Dicho esto, se dirigió al suplicio.
A punto de morir, dijo entre suspiros: «Bien sabe el Señor, que posee la santa sabiduría, que, pudiendo librarme de la muerte, aguanto en mi cuerpo los crueles dolores de la flagelación, y los sufro con gusto en mi alma por respeto a Él». Terminó su vida, dejando, no solo a los jóvenes, sino a la historia, un ejemplo memorable de heroísmo y de lealtad. (Macabeos 2; 6:18)
La virtud es, según Aristóteles, una decisión voluntaria; es el punto medio entre dos vicios extremos, (exceso - defecto). La lealtad es una virtud pura, nace entre el servilismo y la traición: toda virtud solamente es válida cuando se practica de manera permanente y se convierte en hábito.
Lealtad significa nobleza de espíritu, rectitud al actuar; franqueza y fidelidad. Implica además compromiso absoluto con la verdad y respeto por ella. Nuestra lealtad debemos brindársela a la justicia, a la verdad, al amor y todo ello encaminado a beneficiar a la humanidad y se hace más grande y noble en la calamidad; esto es, interpretando con fidelidad los anhelos y las esperanzas del pueblo.
Cada persona tiene capacidad de elegir su proyecto de vida; elegir entre lealtad o ignominia conscientemente; no es cierto que el destino o los dioses puedan determinar la naturaleza humana. Encontramos miseria del compromiso cuando por intereses políticos se bailotea fácilmente del servilismo al líder, a la traición del grupo ideológico o se pactan alianzas malévolas entre eternos opuestos soterrado intereses espurios.
Brincar de una doctrina dudosa a otra con principios más sólidos que buscan beneficiar a todos los seres humanos, es válido; destacamos el ejemplo de Saulo de Tarso; habiendo otros casos similares en la historia humana. Eso mismo es legítimo entre posiciones políticas; muchos de los insurgentes mexicanos fueron realistas en su vida original, algunos conservadores pasaron a ser liberales cuando descubrieron otros valores éticos y sociales y viceversa. Pero dejar un instituto político, vulgo partido con dudosos fundamentos éticos para cabriolar en otro de peores cimientos, uno que solamente fue creado para generar poderes fácticos en lo económico, es un crimen de lesa humanidad y eso estamos observando, ahora mismo, en las elecciones en México; aún falta ver más exponentes de este arquetipo que finalmente yacerán a los avernos históricos.
El gran filósofo latino Séneca, nos deja la siguiente enseñanza que vemos repetirse permanentemente en la política nacional: "La fidelidad que ha sido comprada con dinero puede ser vencida por dinero".