Irene Vallejo, filóloga española de tan solo 43 años de edad, ha escrito uno de los más maravillosos libros del año 2020: "El infinito en un junco", lectura que llegó a mis manos como un regalo del Pediatra Ricardo del Río Torres, sin duda un histórico de la medicina lagunera.
Irene resume: "Hace 3,800 millones de años, ciertas moléculas se unieron para formar organismos vivos… Animales muy parecidos a los humanos aparecieron hace 2.5 millones de años… Hace 300,000 años nuestros antepasados domesticaron el fuego… Hace 100,000 años conquistó -el humano- la palabra… Entre el 2500 y 3000 a. C. trazaron sobre el barro los primeros signos… Solo en el siglo XX, la escritura se convirtió en habilidad extendida… Hemos tenido que esperar, ante el umbral del siglo XXI, para que gentes humildes aprendieran el alfabeto".
Con una madurez de intelectualidad que no corresponde a su corta edad, continúa: la escritura constituye tan sólo el último parpadeo de nuestra especie, el latido más reciente de nuestro corazón".
La estudiosa de la filología -ciencia que estudia los textos escritos y, en ellos la estructura y la evolución de una lengua y su desarrollo histórico y literario, así como la literatura y la cultura del pueblo o grupo de pueblos que los han producido- hace una pregunta hipotética a sus lectores y en mi caso dio pie para pensar por un largo período: "¿y si un día nos despertáramos, todos nosotros, y descubriéramos que somos absolutamente incapaces de leer?"
Desde luego que la escritura es uno de los grandes descubrimientos del hombre y gracias a ella tuvimos las oportunidades para desarrollar nuestra calidad de vida, apoyados en el conocimiento de todas las ramas del saber.
¿Qué hubiera sido del ser humano, de haber continuado comunicándonos solamente en forma oral?
Indudablemente el aprendizaje sobre la vida habría sido lento y tortuoso, con avances y retrocesos; importantemente: aún más desigual entre los habitantes de las diferentes regiones del planeta.
Los mayores no hubieran dejado enseñanzas escritas a sus descendientes sobre formas y tiempos para sembrar -afectando la nutrición- y estos, tendrían que repetir el proceso de ensayo y error en sus propias experiencias.
Igual sucedería con otras cotidianidades, como construir refugios, casas y edificios; elaborar herramientas para el trabajo y mejorarlas, afectando eficiencia y calidad; encontrar usos de hierbas y minerales para recuperar la salud física, etc.
Queda claro que generarían mayores envidias sobre la calidad de vida y la subsistencia de los grupos y también tendría repercusiones en las diferencias de capacidades para el ataque y defensa entre descubridores de armas y quienes no. Recuerde cómo influyeron los metales con la elaboración de espadas, por ejemplo.
Ni que decir en el campo de las artes: habríamos vivido mayor lapso para crear y utilizar instrumentos musicales sofisticados, aunque el canto transmitirá lenta y focalmente los impulsos para despertar sensaciones y sentimientos y, ante la falta de partituras, habríamos perdido inspiradoras composiciones de músicos que se llevarían consigo, al morir, su genialidad.
Tengo muy claro lo que hubiera pasado con la ausencia de literatura histórica, geográfica, científica y tecnológica. Probablemente el pensamiento humanista se habría demorado algunos siglos más.
Escribir, en pleno siglo XXI, ha recibido el beneficio de la tecnología alcanzada con el estudio de escritos llamados libros de texto.
Hablar y ver plasmados nuestros pensamientos transformados en palabras escritas en la computadora ya no es novedad; acudir a las enormes bases de datos y hacer preguntas de lo más extrañas o sofisticadas tampoco está lejos de las posibilidades de casi cualquier humano; y la velocidad que ha alcanzado la difusión del conocimiento para el beneficio del mundo y estímulo para nuevos descubrimientos, ha sido y continuará gracias a la comunicación oral y escrita.
Ahora, se pronostica la unificación del lenguaje, que rompería la barrera del idioma y reimpulsaría la comunicación humana.
Tanto así son los beneficios alcanzados con la escritura, que bien escribe la filóloga Vallejo la importancia que ha tenido para todos nosotros.
Eso me llevó a reflexionar en lo poco que hemos apreciado a la escritura y el cómo hemos ido perdiendo los beneficios de su riqueza.
En otro "Diálogo", escribí que "los viejos utilizan 320 palabras diferentes en una canción; con el reggaetón, los jóvenes, solo 30"; luego, el Dr. Ricardo Acosta, otro reconocido pediatra, me corrigió advirtiéndome que solamente usan 15 vocablos.
Ni que decir del lenguaje con palabras que en los últimos siglos han caído en desuso, limitando nuestra comunicación y quitándonos oportunidades de tener mayor claridad al comunicarnos con nuestros interlocutores.
Le propongo que hagamos un esfuerzo y tratemos de rescatar y aplicar alguna de tantas palabras perdidas, solamente una diaria, sean del área de nuestro trabajo o comunicándonos con la familia.
Luchemos por recuperar nuestra lengua castellana. ¿Acepta?
ydarwich@ual.mx