Debemos de tenerlo claro. Quienes en este país se toman un tiempo para ejercer la lectura llana y simple del texto que se escoja, apenas representan un puñado en una nación que ronda los ciento treinta millones de mexicanos que adolecen sensiblemente del mayor ejercicio en este tenor si es que se presenta en el largo plazo, ser una nación más equilibrada, y que en su constante lucha mexicana (o internacional), puedan encontrar distintas formas, pero que al final y en la rutina diaria, volvemos a ser los mismos con todo lo que ello representa, con desigualdades y carencias, pero que no hacemos nada ante la carencia de la lectura colectiva.
Con lo que inicio, hay que reconocer que pocos son los "letrados". Aún siendo pocos los que pueden tomar determinaciones fundadas en principios racionales, y más bien que la mayoría o las masas formadas "popularmente" acuden a cierto tipo de encuentros, para que en su caso satisfagan causas del momento que la turba en cuestión reclame, más allá si cuenta con razón o no, lo "importante" por lo tanto pareciese que en este momento son las marchas: primera, la que se convocó en favor del hoy Instituto Nacional Electoral y la segunda, la que encabezará el mismísimo presidente de la República (¿en qué país de folletín vivimos?) que por revancha hoy se está invitando, en contra sentido político, para quien asista este próximo domingo a colaborar con el posible sucesor de la autodenominada 4 Transformación, como en el pasado, que se pensaba que estábamos ya superados, pero que hoy nuevamente nos tocaba ser participados.
Y sí. Somos más que un estado nacional, educados o no, de los casi ciento treinta millones de mexicanos. Hay que ver que fuera de nuestra soberanía territorial hay más de doce millones de compatriotas que son iguales en origen, en cultura, en principios básicos, que viven con papeles o no en el vecino norte de nuestra tierra. Debemos por muchas razones también honrarnos. Y saber que ocupan su lugar.
Por ello y por los que se han ido para el norte, que con su adaptación a los principios económicos de la cultura norteamericana han alcanzado a través de su sacrificio diario ingresos dignos que le permiten acceder a "privilegios", como ver en su área geográfica jugar en un estadio cercano o a su selección, el equipo de estrellas mexicanas, también tienen derecho a participar con todo lo que signifique la escuadra mexicana de la disciplina. Nos guste o aún cuando a algunos de ellos les alcance para irse para allá.
Todo esto viene a colación del mundial que se está celebrado en Qatar en estos días. Sí, la justa deportiva mundial que más pasión despierta se está celebrando en un diminuto país árabe cuya casi totalidad de su territorio está conformado apenas por una península enclavada en el oriente de lo que se conoce como la península arábiga, y cuya gran parte de su territorio es ocupado por la por la propia Arabia Saudita.
Qatar, con lo pequeño que es, y gracias a sus generosísimos yacimientos petroleros le alcanzó para comprarle a la FIFA un Mundial. El país está sentado en grandes yacimientos de petróleo que al ser trabajados por los lugareños o aquellos que expresamente trajeron hacinados, le ha dado a aquella nación la posibilidad comprar casi todo, como lo ha demostrado en esta ocasión con la Copa del Mundo del Futbol Soccer organizado por la Federación Internacional de Futbol (FIFA)
La pretensión con todo este contexto anterior entre una somera descripción del comportamiento del pueblo mexicano ante la ocasión de un torneo mundial tan popular como es el futbol, donde los ecos desde allá hacen retumbar nuestra creatividad mexicana pero también nuestras miserias, es una invitación a nuestros compatriotas educados a participar en construir una mejor nación, más compenetrada, tal como los mexicanos que anda ahora en Qatar y que dan fe de la nación mexicana.