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Diálogo

Machos

YAMIL DARWICH

Le propongo enfocar, desde el machismo, el análisis que justifica el Día de la Mujer.

Indudable: el machismo es un problema grave; se interpone para lograr la igualdad de géneros; impide a hombres y mujeres encontrarnos en la relación de condiciones óptimas para que venga la nutrición espiritual y física permitiendo la superación y desarrollo humano. Genera distanciamiento.

Caso aparte es la respuesta revanchista del falso feminismo, que pretende romper todo vínculo de relación con los varones, enervadas con el agravio recibido en su historia -vergonzoso- y la absurda idea de la independencia de la presencia masculina, problema tratado en otros diálogos.

La pregunta: ¿de dónde proviene el machismo?

La respuesta es difícil de construir; para nuestro caso, sin duda hay dos influencias fundamentales, partiendo de las características de nuestra cultura mexicana influida por los usos y costumbres de los conquistadores españoles y las formas de convivir de los primeros pobladores del territorio nacional. Recordemos el trato desigual que padece, aún hoy día, la mujer indígena y sume la distorsión del mensaje de Jesús, con fundamentos judeo-cristiano-helénicos machistas.

La influencia cultural es el primer factor a analizar, con la fuerte penetración de las ideas grecorromanas, sumando creencias religiosas con ingredientes del judaísmo, cuando los primeros "padres de la iglesia" mezclaron el mensaje de Jesús con la ética platónica. El resultado: machismo favorecido.

Los visigodos irrumpieron en la Península Ibérica -siglo V- dominándola y sumando a la influencia romana, insertaron usos y costumbres a la relación sexual de pareja y dieron fundamentos para el "machismo"; entre ellos: el culto a la virginidad, represión al adulterio femenino sin consignar a fondo el masculino, diferente trato en vida social, política y familiar de la mujer marcando gran desigualdad.

Son aprendizajes que anteriormente pasaron desapercibidos; además, la defensa del honor viril con duelos a muerte; el fomento a la prostitución basada en la permisividad masculina, todo envuelto en un ambiente de pobreza, donde llegan a venderse mujeres y niños -aún ahora- por simple necesidad material.

Otra enorme influencia introducida por los peninsulares fue la ética judeocristiana impuesta por Pablo, que insistió en la búsqueda de la perfección espiritual renunciando a la sexualidad, que únicamente consideró válida como medio para la propagación de la especie.

Es interesante confrontar en otro diálogo esas ideas androgénicas y las enseñanzas predicadas por Jesús: contravenidas.

San Jerónimo, condenó la lujuria dentro del matrimonio, considerando solamente aceptable practicar el coito simple y rápido, reconociéndolo como único medio para la reproducción. Favoreció algunas psicopatologías.

Quedamos impregnados con la idea de que a Dios le agrada la abstinencia sexual, la mortificación y la pobreza, llegando a reglamentar la cópula considerándola propia solo en la posición tradicional y breve, buscando la fecundación y no el placer sexual; también se prohibía tener coito en domingos, por ser día del señor.

San Gregorio de Tours, agregó abstinencia en las noches de miércoles y viernes, cuarenta días antes de navidad o semana santa, ocho días después del Pentecostés y una vez que se conociera embarazo de la mujer. Favoreció el adulterio.

El Papa Gregorio I, clasificó a los humanos en tres niveles: vírgenes, quienes desconocen la vida sexual activa; aquellos que decidieron abstenerse del coito para alcanzar niveles superiores del ser; los casados, con "esa fea costumbre de copular".

Desde luego que las normas y recomendaciones tenían diferente grado de aplicación, tratárase de macho o hembra, quedando las féminas como simple objeto sexual reproductivo.

Agustín de Hipona, consideraba que era muy poca la distancia entre la cópula fornicatoria y la cópula carnis -matrimonial-; defendió al matrimonio y prohibió el adulterio. Empezaba cierta moderación en el criterio de la sexualidad.

En general, hemos recibido deseducación sexual, hasta considerar a la mujer como objeto; en el mejor de los casos: instrumento para los fines de la reproducción. También nos cargaron de tabúes para relaciones sexuales profundas, hasta satanizarlas y condenar los estímulos hormonales, calificándolos de favorecedores de la perdición del alma y tendencias promotoras de prostitución.

Así, la mujer se transforma en potencial peligro para el alma, de poco aprecio por sus malas influencias. Recuerde que a Adán lo perdió Eva, engañada por la serpiente que representa al mal.

Algo hemos avanzado, particularmente en el medio urbano, donde la mujer va ganando espacios por méritos propios, aunque aún hay diferencias en derechos laborales… por ejemplo.

Poco a poco, los varones empezamos a reconocer su fundamental participación para el sostenimiento de la familia y algunos, mejor orientados sexualmente, la apoyan en el trabajo casero, reconociéndole y respetándole su derecho a participar en decisiones de pareja.

Desafortunadamente, la mayoría, aun no le reconocemos sus derechos, negándole el respeto que nos merece, cargándole responsabilidades comunes, como el cuidado de los hijos y del hogar.

Pensando en ello: ¿trabajamos en nuestra actitud hacia ellas?

ydarwich@ual.mx

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