Lo malo de los intentos de censura, las amenazas a quienes cuestionan el poder, las advertencias veladas y esos innumerables intentos por callar el trabajo de periodistas, investigadores y activistas, entre otros, es que siempre queda el mensaje. Cierto es que matando al mensajero no se mata el mensaje; pero quienes amenazan saben que cuando se calla una voz incómoda para el poder, la ganancia no es solo el silencio sino la sentencia para quienes mañana quieran levantar la voz. Es decirles: si quieres evitar que te pase lo que, a los otros, guarda silencio.
A diferencia de las redes sociales, que aguantan literalmente cualquier cosa, los medios de comunicación comprometidos, plataformas e investigaciones, presentan no solo ideas, sino argumentos. En la mayoría de los casos exhiben pruebas de sus argumentos y es tal vez eso lo que molesta más al poder. Esas estructuras sustentadas no sólo en el acto de mandar, sino en intereses económicos que hacen que el poder se convierta en una mafia que beneficia a pocas manos y cuando siente en jaque su operación responda con lo único que le queda, la descalificación, la guerra y la violencia.
La polarización por la que atraviesa el país se respira en todos los ámbitos. Pero cuando un periodista se atreve a exhibir a un funcionario corrupto, un empresario que lava dinero, o la relación de los actores de la violencia con estos, no solo se le amenaza, sino se le descalifica señalándolo cómo orquestador de venganzas partidistas, si los cuestionados visten de rojo, entonces el periodista trabaja para los de azul o guinda, y viceversa. La salida más fácil también es la más vieja.
No se puede reflexionar, cuestionar o criticar sin mencionar las cosas y sus protagonistas por su nombre y apellido. Esos funcionarios públicos que pasaron de tener un modesto puesto de comida rápida a ser dueños de hoteles, bodegas y edificios luego de su paso por dos o tres administraciones públicas tienen nombre y apellido. Esos empresarios seducidos por el dinero que lavan las ganancias del crimen organizado también tienen nombre y apellido. Y precisamente señalando y buscando la responsabilidad, por ejemplo, de quienes cometieron la masacre de Allende, Coahuila, es que evitamos que eso no vuelva a suceder. También blindamos a Coahuila juzgando a los responsables de haber vendido el estado a los zetas, para que ese oscuro tiempo no regrese.
Las administraciones públicas en cualquier nivel de gobierno federal, estatal o municipal no pueden esperar coros de alabanzas más allá de su círculo de beneficiarios. No pueden simplemente dejar de escuchar todas las voces de una sociedad, incluyendo las que no están de acuerdo con ellos, mucho menos tratar de silenciarlas.
Sabemos qué hay muchos que desde la trinchera del periodismo defienden uno u otro proyecto político, pero eso se lee y se entiende letra a letra. Cómo también sabemos de esos comerciantes que desde la trinchera del activismo social hacen campaña a favor de un partido, pero eso también se ve públicamente espectacular tras espectacular. Sin embargo, también hay quienes lo hacen comprometidos con su quehacer, aquellos que incluso ni con amenazas dejan de cumplir con su quehacer de manera rigurosa.
Hace poco un amigo arquitecto me dijo: "creo en la crítica como el inicio de un diálogo, no como el inicio de una guerra", y es una postura que se debería entender en todos los sectores de la sociedad, más en la función pública. Hay oficios que molestan por su naturaleza, y ese que es encargado de buscar, señalar y exhibir, es tan molesto para algunos como necesario para otros, más que nunca se requiere de un control sobre el poder.
Lejos de lo que muchos piensan, que las descalificaciones se dan en las más altas esferas, y son exclusivas de Palacio, en los estados, los municipios, por pequeños que estos sean, se repiten a diario. Cientos de activistas, investigadores y periodistas han preferido guardar silencio antes que arriesgar su vida, su trabajo y su dignidad. Las amenazas tampoco son exclusivas del crimen organizado. Muchas provienen de los funcionarios públicos, como también de los empresarios que ven en riesgo esas relaciones con la política que los ubican en un lugar privilegiado.
En estos tiempos tan complicados no se puede estar más de acuerdo con Marguerite Yourcenar cuando dijo: "Sólo se está a gusto cuando se es libre, y disimular nuestras opiniones es aún más molesto que cubrirnos la piel". Gracias a esa opción de no autocensura, y todos aquellos que trabajan día a día desde el valor de un principio o un ideal, podemos seguir considerando que tenemos una sociedad con una enorme necesidad de conciencia.
@uyohan