El miércoles pasado se consumó la eliminación de la selección mexicana de futbol en fase de grupos en el mundial que se está celebrado en Qatar en estos días.
Sin bien es cierto que "el futbol es lo más importante de las cosas menos importantes" la realidad es que para México quizá lo que sucede con nuestro equipo nacional tiene más trascendencia de lo que representa un deporte profesional y que al final para el aficionado es simplemente un espectáculo.
Sin embargo, retomando la crítica que lanzó la periodista Denisse Merker durante la transmisión de su noticiero nocturno en el canal 2 de Televisa, en nuestro país el desempeño deportivo de la escuadra tricolor tiene mayor importancia ya que logra aglutinarnos a todos los mexicanos en un solo objetivo, aunque esto sea sólo un juego de pelota.
La ilusión de algún día ver al equipo mayor obtener un campeonato mundial como se ha ganado en un par de ocasiones en la categoría sub 17 o incluso la medalla de oro olímpica conseguida en los Juegos Olímpico de Londres en 2012, logró unir por unos días el sentimiento nacional. Casi la totalidad de los mexicanos nos identificamos con la verde, y un gol de los nuestros nos hace saltar de alegría a todos juntos.
Desafortunadamente en el terreno deportivo, nuestros futbolistas nos han quedado a deber. Y esto es el resultado simple y llano de los dueños del balón en nuestro país, que para el caso se llaman en primera instancia Emilio Azcárraga Jean, presidente de Televisa y dueño del América; y muy cerca de Ricardo Salinas Pliego, presidente de Grupo Salinas, que ostentan la propiedad de Elektra, Banco Azteca y por supuesto, Televisión Azteca.
Pero muy cercanos a ellos hay un par de figuras que cada vez toman más relevancia: Jesús Martínez, dueño del Grupo Pachuca y Alejandro Irarragorri, presidente de Orlegi. Martínez comanda a los equipos Tuzos del Pachuca y los Panzas Verdes de León; Orlegi en tanto se hizo del Santos Laguna cuando Grupo Modelo pasó a manos extranjeras y decidió deshacerse de sus activos no asociados directamente con la producción, distribución de venta de cerveza y años recientes compró a los Rojinegros del Atlas de Guadalajara.
A nivel liga local es claro que tanto Jesús Martínez como Alejandro Irarragorri saben manejar exitosamente sus equipos, que han conseguido en poco tiempo muchos campeonatos de la primera división de México.
En el caso de Alejandro, primero como responsable de la división deportes del coloso cervecero y luego como presidente de Orgeli, en 14 años ha levantado con Santos 4 títulos de liga y apenas tomó el Atlas, lo hizo bicampeón, no obstante esa camiseta tenía 60 años sin conseguir una estrella más a la que tenías desde la década de los cincuenta.
Además, Orlegi a diferencia de otras instituciones del futbol mexicano, funciona como empresa como tal, su objetivo es la legítima persecución de utilidades, a diferencia de equipos con grandes patrocinadores como lo es el propio América, el Cruz Azul o los colosos de la Sultana del Norte, Los Tigres y el Monterrey.
Por ello Orlegi cuida, y bien, sus finanzas, antes de cualquier otra cosa y de allí parte hacia lo deportivo que sin duda tienen también un modelo exitoso.
Todo ello llevó a Irarragorri y otros a ir modificando las reglas de la liga mexicana para poderla hacerla dócil a su manejo económico en claro perjuicio de lo deportivo: eliminaron el ascenso y descenso entre categorías; aceptan ahora hasta 8 extranjeros en la cancha, (lo que resulta más barato que jugar con más mexicanos) y hasta has reinstalado el repechaje, que permite a 12 equipos de 18 entra a la fase final de la liga para buscar el campeonato.
Era obvio que todas estas medidas afectarán el nivel competitivo de los jugadores mexicanos y lo acabamos de vivir luego de 7 mundiales consecutivos que se lograba avanzar.
Doloroso en lo anímico lo que nos acaba de pasar en Qatar, pero es claro quienes esto han provocado, y entre ellos está el mandamás de Orlegi, quien en la legitimidad de preservar sus intereses, contribuyó con otros a matar la ilusión de decenas de millones de mexicanos.
