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Memoria histórica y universidad

ANA BEATRIZ PÉREZ DÍAZ

¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos! es un reclamo que ha acompañado a miles de familias de personas desaparecidas en México en las últimas décadas. Su origen se remonta a la guerra sucia, en cuya cúspide se encuentra la matanza del 2 de octubre de 1968, así como la del 10 de junio de 1971, ambas organizadas por el Estado mexicano para atentar en contra de miles de jóvenes que anhelaban y exigían un país democrático. Cincuenta y cuatro años después los mecanismos de violencia política de Estado rondan nuestra cotidianidad y, en nuestra historia más reciente, el caso Ayotzinapa representa el ápice de la violación sistemática a los derechos humanos y del resquebrajamiento del Estado de derecho.

Quizá para muchos jóvenes que acuden diariamente a un aula universitaria el movimiento estudiantil del 2 de octubre les sea ajeno y muy lejano.

Hablar del 2 de octubre, de la guerra sucia y de Ayotzinapa en nuestras universidades es una responsabilidad civil y política. Lo es en un país en el que hay 105,905 personas desaparecidas y no localizadas, de las cuales el 17.6 por ciento corresponde a jóvenes entre los 18 y los 24 años. Algunos de estos, estudiantes universitarios. Tristemente, de 2014 a la fecha, la Universidad de Guadalajara reporta 17 estudiantes desaparecidos; entre 2007 y 2015 la Universidad Autónoma de Sinaloa había registrado 40 desapariciones entre trabajadores y estudiantes. A estas cifras se suman casos en instituciones como la Universidad Autónoma de Tamaulipas, la Universidad Autónoma de Nuevo León, la Universidad Autónoma de Guanajuato y la Universidad Autónoma de Zacatecas.

En esta consternante realidad inquieta que, con información de la Cuenta Pública, se estima que el presupuesto ejercido entre 2007 y 2021 en el Ramo 07 "Defensa Nacional" es dos veces mayor que el ejercido en el Ramo 11 "Educación Pública"; mientras que en este periodo el primero se ha incrementado en 304 puntos porcentuales, el segundo lo ha hecho en 117.

No es un dato menor que en los últimos 15 años el presupuesto destinado a las actividades de defensa nacional se haya incrementado en mayor proporción que el de educación pública ¿más balas, menos libros? En el marco del debate público en torno a la militarización, recordar las represiones y matanzas estudiantiles al mando del Estado mexicano es recrear nuestra memoria histórica y colectiva. Como escribió Rosario Castellanos a propósito de la matanza de Tlatelolco: Recuerdo, recordamos / hasta que la justicia se siente entre nosotros.

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