Hace días, "navegando en la nube" -creo que así se dice el estar ocioso hurgando el celular- encontré un video de españoles que narraban el desfile militar mexicano del pasado 16 de septiembre.
La última vez que lo presencié fue hace muchísimos años, siendo estudiante universitario, cuando aún sabíamos disfrutar de la vida y descanso sin gastar dinero. Entonces, me emocioné hasta sentir taquicardia y temor de que me rodara alguna lágrima: ¡inaceptable!, al estar con condiscípulos.
Así, al ver el video del desfile militar me renació el sentimiento patriótico, haciéndome reflexionar lo importante que ha sido el ejército mexicano para constituirnos como país; muchas buenas historias, pocas malas.
Las últimas décadas las dedicaron a servir y sostener su imagen de admiración y respeto, como auxiliadores en situaciones de caos: inundaciones, temblores, incendios forestales y otras eventualidades, enmarcadas imágenes heroicas.
Le llamaron "Ejército de Paz", indudablemente lo era, a pesar de la mancha que dejó el 2 de octubre del año 1968, cuando fue politiqueramente arrastrado al choque sangriento contra civiles. ¿Repetiremos errores?
Con todo, permaneció su imagen de patriotismo, lealtad, servicio a la Patria, protección de los mexicanos y garantía de la seguridad territorial.
Las imágenes de soldados salvando menores o rescatando atrapados por el agua; otras en medio de incendios forestales y algunas más agradables, sembrando árboles en campañas de reforestación nacional, ahora son suplidas por vehículos blindados transportando a soldados "patrullando calles".
El gobierno federal se empeña en destruir su imagen, quizá sea otro de los planes oscuros de la mercadotecnia política inmoral y poco ética que nos dosifican a diario.
Lázaro Cárdenas, fue presidente de 1934 a 1940; luego, Manuel Ávila Camacho, de 1940 a 1946; ambos, generales del alto mando, vivieron la posrevolución mexicana y accedieron al poder como consecuencia lógica de aquellos tiempos.
Esos mismos generales, comprendieron la importancia de separar el poder civil del militar, así como es correcto distanciarlo de la religión que sea y, sin dudarlo, dieron oportunidad a que la política nacional empezara a gestar un buen proceso hacia la vida democrática.
Nuestro infortunio con el entorpecimiento del propósito democrático Usted ya lo está viviendo. Reflexione.
En los orígenes de la humanidad, el poder de la fuerza física tuvo sus razones: salvaguardar los bienes de los pueblos primitivos; luego convertida como instrumento defensivo y para abusar del débil conformando ejércitos de soldados entrenados para guerrear injustificadamente, agredir y matar. Triste ejemplo del lado negativo del humano.
Nosotros, después del lejano período "militarista", fuimos afortunados al recibir los servicios de mexicanos uniformados, soldados patriotas, con funciones de paz social y auxilio a los urgentemente necesitados. El reconocimiento y aplausos del pueblo fueron justa correspondencia.
Desde luego que debemos garantizar el orden social y, para ello, en el mundo se crearon los cuerpos policiacos de muy diferentes características; todos militarizados, ¡sí!, pero entrenados para servir en las funciones de protección a la ciudadanía. En México, se hacen esfuerzos insuficientes para crearlos, aunque en casos por excepción reciben regular capacitación, siempre con muy mala paga.
Las fuerzas armadas fueron establecidas para salvaguardar a los intereses de la nación y las justificamos a mediados del siglo XX, cuando nos sentíamos agredidos. Recuerde el caso de desacuerdo con Guatemala: el conflicto del 31 de diciembre de 1958, debido a que barcos pesqueros mexicanos fueron atacados por la Fuerza Aérea Guatemalteca en sus aguas territoriales.
Hoy día, el presupuesto para las fuerzas armadas ha sido elevado a cantidades estratosféricas, muy por encima de las aplicadas a salud o educación, con despropósitos justificados demagógicamente y con lagunas oscuras, sin respuestas, que nos hacen temer el regreso a la militarización y/o imposiciones dictatoriales.
El uso de los dineros públicos -incluso privados- deben orientarse a cumplir lo que los administradores llaman "costo-beneficio", definiendo su uso. Cuando no corresponde al bien recibido es gasto y nosotros nos empeñamos en construir "elefantes blancos": despilfarramos.
Hacienda presentó un presupuesto para la Defensa Nacional de $4,734,861,561.00 y para la Marina $1,545,982,474.00. Le pido reflexionemos: ¿por qué hacemos tal despilfarro?
Si intentan justificarlo en el combate a la delincuencia organizada, recordemos las decisiones ejecutivas y judiciales de liberar delincuentes y, dado el caso, las órdenes de limitar el uso de la fuerza contra los ilegales; si se trata de defender al País, calcule: ¿cuánto tiempo podremos detener un ataque -no invasión- de una potencia imperialista o comunista?
Recordemos que las técnicas militares han cambiado radicalmente con usos de aplicaciones computacionales y espaciales. Tomemos la guerra de Rusia y Ucrania como ejemplo. ¡Gastamos, no invertimos!
Siendo así, le invito a que reflexione el verdadero motivo de utilizar tales dineros en armarnos -sin pensar en corrupción- y lo triste: ¿cuánto nos beneficiaríamos aplicándolos a la salud y educación nacional?
Pareciera que "hay gato encerrado" y… muy negro… ¿Verdad?
ydarwich@ual.mx