LA NIÑA DE LA MUÑECA DIJO:
-Me dan miedo.
La muchacha del abanico lo abrió, lo cerró de nuevo y musitó:
-A mí también.
-Son fantasmas -declaró doña Ignacia de la Peña.
-Sí -confirmó su hermana doña Sixta-. Almas en pena.
La madre de ambas, doña Luz, recordó la antigua oración:
-Por las ánimas benditas todos debemos rezar; que las saque Dios de penas y las lleve a descansar.
Don Francisco, el patriarca de la familia, dio su opinión, terminante:
-No se hable más de ellos. Se irán pronto.
Yo los oía desde un rincón en sombra. Eran los espectros que por la noche aparecen en la casona del Potrero. Estaban hablando de nosotros.
¡Hasta mañana!...