De un tiempo acá las sobremesas en la cocina de la casa del Potrero no se animan.
La sequía del cielo es también sequía de la tierra y de los corazones. Cuando pasan meses sin llover la gente pasa meses sin reír.
Luego Diosito vuelve a portarse bien, y llueve. Entonces las mujeres vuelven a cantar cuando lavan la ropa en la acequia, y los hombres vuelven a silbar cuando van por el camino a la labor, y los niños vuelven a jugar en el recreo de la escuela.
Ahora terminamos de cenar. No hemos prendido leña en el fogón porque una chispa puede incendiar el techo de tejas de la casa o el zacate reseco del solar. Entonces doña Rosa cuenta cosas de don Abundio, su marido:
-Le dijo a su compadre Chon: "Voy a Saltillo a ver al ojista".
El compadre lo corrigió:
-Dirá usted al oculista.
-No -contestó Abundio-. De ahí ando bien.
Don Abundio se atufa.
-Vieja habladora.
Doña Rosa figura el signo de la cruz con índice y pulgar, se lo lleva a los labios y jura: "Por ésta".
¡Hasta mañana!...