San Focio es un santo del cual muy raras veces se oye hablar. No tiene fecha propia en el calendario, y por tanto no aparece en el Año Cristiano. La Leyenda Dorada no recogió su nombre, ni Butler lo menciona en su profusa hagiografía.
Vivió en Laodicea en el siglo tercero. Sus padres lo inclinaron desde niño a las devociones, que llenaron sus días infantiles. Cuando cumplió 13 años salió de su casa, pues pensó que en ella podía cometer los pecados de la gula y la pereza. Temeroso del trato con los hombres, y más con las mujeres, se metió en un pozo seco de 15 metros de profundidad. Ahí, dijo, buscaría a Dios. Su padre pagaba a un criado para que todos los días le bajara un pan y un poco de agua, lo cual era todo su alimento, y subiera en un balde sus desechos.
A los 30 años de edad murió San Focio. Pocos días después de su muerte su padre lo soñó. Estaba en el más allá en otro pozo, sólo que mucho más hondo y oscuro que el de acá. El Señor le dijo al padre: "Tu hijo mismo se cavó ese pozo. Es lo que espera a aquellos que para acercarse a mí se alejan de su prójimo".
Ahora el padre de San Focio tiene miedo de dormir. Teme que en el sueño se le aparezca su hijo y le reclame haberlo dejado entrar en aquel pozo para buscar a Dios.
¡Hasta mañana!...