Jean Cusset, ateo con excepción de las veces que se enferma, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-La inventiva humana ha sido pródiga para crear dos cosas: dioses y bebidas embriagantes. Aun en nuestro siglo tenemos casi tantos dioses como los griegos y romanos, y casi no hay materia vegetal de la cual los hombres no hayan sacado un líquido para emborracharse.
-Lo más peligroso, sin embargo -siguió diciendo Jean Cusset- es la combinación de esos dos elementos: dioses y vinos. Todos los ebrios son temibles, pero el que presenta mayor riesgo es el borracho de Dios. Su fanatismo, su intolerancia son tales que le quitan lo que debe tener de humanidad. ¿Cuántas matanzas se han cometido en el santo nombre del Señor? Alejémonos de los borrachos de vino, pero alejémonos más de los borrachos de Dios.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini. Con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!...