Tomo esta brizna de hierba un poco mojada aún por el rocío de la madrugada.
Pienso que un poeta podría escribir sobre ella un hermoso poema. Los poetas pueden escribir un hermoso poema ya sea sobre una brizna de hierba o sobre una brizna de vida.
Yo tengo la fortuna de no ser poeta. Entiendo que los poetas -los verdaderos poetas, no los fabricantes de poesía- sufren mucho, sobre todo de hambre. "Toca al poeta roerse los codos", dijo el de Jerez. Yo soy razonablemente feliz, y mi estómago no puede quejarse del trato que le doy, de modo que esa hermosa dama llamada poesía no me da sus favores.
Aun así tengo derecho a tomar entre mis dedos esta brizna de hierba y a ver en ella un poema que se llama vida. Aquí doy gracias por poder leerlo.
¡Hasta mañana!...