Después de dos años de trabajos y desvelos -y de hablar a todo mundo de ella- el escritor terminó su novela.
¡Qué satisfacción sintió al acabarla! Abrió una botella de champaña que su editor le había regalado hacía tiempo y brindó consigo mismo frente al espejo, pues vivía solo.
Ya se iba a la cama, feliz y contento, a disfrutar su primera noche de buen sueño en mucho tiempo, cuando los personajes de su novela salieron de ella y le presentaron una serie de reclamaciones. Hablando al mismo tiempo todos se quejaron del trato que les había dado al escribir sobre ellos. La protagonista se sintió ofendido porque la llamó "mundana con poco mundo". El héroe le dijo que era más guapo de como él lo había descrito.
Cada uno buscó la página en que su nombre aparecía y la rompió. Al final no quedó más que la descripción de un río a cuya orilla crecían "árboles como verdes templos donde los pájaros oraban con sus cantos".
El novelista ya no escribe novelas. Ahora escribe artículos en los periódicos. Nadie los lee. De vez en cuando lo visita un personaje de su última novela y le dice:
-¿Lo ves?
¡Hasta mañana!...