TENGO UNA TEORÍA.
(La verdad es que tengo muchas teorías, y muy pocas prácticas).
Pienso que, después del acto del amor, el más perfecto acto de amor es el acto de cocinar.
Quien guisa, hombre o mujer, no lo hace casi nunca para sí: lo hace para otros. Más aún: raras veces come de lo que hizo: su gozo deriva de ver que los demás disfrutan lo que cocinó.
A mí no se me dio el sublime arte de la mesa. Pero en mi casa vive la mejor guisandera de este lado del océano, y también del otro: mi mujer. Creo que soy el marido que mejor come en los seis continentes en que se divide el mundo: América, Europa, Asia, África, Oceanía y Saltillo. El dramaturgo español Alejandro Casona sostenía la tesis -él también tenía teorías- de que los mejores cocineros son hombres. El hecho de que los más famosos chefs sean varones parece darle la razón. Mi esposa, sin embargo, desmiente esa afirmación.
Demos gracias a Dios por quienes satisfacen nuestra gula, y aprendamos a disfrutarla. Es el último pecado de la carne que podremos cometer.
¡Hasta mañana!...