EL REY CLETO LE ORDENÓ A SAN VIRILA:
-Haz un milagro.
Le preguntó el frailecito:
-¿Lo quieres para poder creer?
-No -respondió el soberano-. Nada me hará creer. Quiero el milagro para divertirme.
Acotó San Virila:
-Entonces no quieres un milagro: quieres un truco. Pero está bien. Haré lo que me pides. El milagro ¿lo quieres grande o pequeño?
-Grande -dijo Cleto.
-Busca entre tus ropas tras de ti -le indicó San Virila-. Ahí está el milagro grande que me pides.
El rey se llevó la mano a la parten posterior y hurgó entre sus vestidos. De ahí sacó una hormiga roja.
-Ése es el milagro que pediste -le dijo el frailecito al soberano-. Fue gran milagro que la hormiga no te picara donde luego te habría sido muy incómodo rascarte.
¡Hasta mañana!...