Luego de muchos meses de sequía Diosito se convirtió en lluvia y visitó el rancho del Potrero.
Su llegada nos alegró a todos, y le dimos infinitas gracias a Nuestra Señora de la Luz, ancestral patrona del poblado, por haber hecho que su Hijo se acordara de nosotros.
Ahora la tierra espera la semilla, y nosotros el fruto. La hierba está crecida, y las cabras, dueñas de la sabiduría de la naturaleza, reciben otra vez al chivo, pues saben que habrá hierba para ellas y leche para sus crías. El lomo de la sierra, antes grisáceo, se mira ahora verde, y los pinos se ven esbeltos y lozanos, como si se hubieran recuperado de una enfermedad. Quizá es imaginación mía, pero hasta el rebuzno del asno que en su corral tiene don Abundio se oye más fuerte.
Doy gracias por el don del agua que del cielo baja. Subirá de los senos de la tierra convertida en pan. Decía la gente de antes que Dios aprieta pero no ahorca. En estos momentos siento su amoroso abrazo: está lloviendo la mansa lluvia que nos da la vida.
¡Hasta mañana!...