Ahora que cae la lluvia se alarga la tertulia de la noche en la cocina de la casa del Potrero.
La animan el borboteo de la olla en el fogón, promesa de un sabroso té de yerbanís, y las copitas del mezcal que de la Laguna de Sánchez trajo don Abundio.
Cuenta el viejo:
-Doña Pacita, la mamá de mi mujer, que de Dios goce -doña Pacita, no mi mujer-, caminaba encorvada casi hasta el suelo apoyándose en un bastón pequeñito que tenía.
Un día llegó al rancho un brujo, y Rosa llevó con él a su mamá. Doña Pacita salió de ahí caminando erguida y derechita.
-Increíble -me sorprendo-.
¿Qué le hizo el brujo?
Responde don Abundio:
-Le dio un bastón más grande.
Todos reímos, menos doña Rosa. Dice enfurruñada:
-Viejo hablador.
Don Abundio forma una cruz con los dedos índice y pulgar, se la lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...