ESTE AMIGO MÍO, BASTANTE MAYOR QUE YO, COMBATIÓ EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.
Su padre era norteamericano y lo hizo alistarse en el Ejército. Antes de que pudiera darse cuenta estaba ya en las Filipinas. Ni siquiera hablaba inglés.
Cierto día su patrulla fue emboscada por los japoneses. Nada más él quedó vivo. Solo, sin parque ya, arrojó el rifle y gritó desesperado:
-¡Chinguen a su madre!
De la línea enemiga vino la respuesta:
-¡Chingas a veinte!
Hecho prisionero, se encontró con que uno de sus captores había nacido en la Ciudad de México, y ahí vivía. Su padre, japonés de origen, lo hizo ir a Japón y enrolarse en el ejército para ir a la guerra. No hablaba japonés. Estaba en la misma situación que él.
Lo protegió, y juntos llegaron al final de la guerra. Terminado el conflicto se reunían cada año, en la fecha del acontecimiento, y brindaban por Japón y por México. También brindaban por sus padres. Cuando mi amigo bebía algunas copas recordaba todo eso, y me hacía brindar junto con él.
¡Hasta mañana!...