AQUEL DÍA NO HUBO PAN EN EL CONVENTO
Los monjes se entristecieron: tendrían que ayunar, aunque no tocaba ayuno.
San Virila salió al huerto y recogió unas piedras. Las puso sobre la mesa, y las piedras se volvieron pan.
De inmediato los monjes se lanzaron sobre los panes y se los llevaron a la boca para comerlos,
En ese mismo instante, sin embargo, las piedras volvieron a ser piedras.
-Es que se olvidaron de agradecer el pan -les dijo San Virila-. Y la ingratitud convierte en piedra todo lo que recibimos.
Aquel día los monjes ayunaron. Y no era día de ayuno.
¡Hasta mañana!...