Los siete pecados capitales conversaban animadamente en una habitación.
Estaba ahí, desde luego, la Soberbia, que es la madre de todos los demás.
Estaba la Lujuria.
Estaba la Envidia,
Estaba la Gula,
Estaba la Ira.
Estaba la Pereza.
Estaba la Avaricia.
En eso llegó la Ingratitud.
Al verla todos los pecados capitales salieron presurosos de la habitación, pues no querían ser manchados por la Ingratitud, que sin ser considerada pecado es mayor culpa que todos los pecados.
¡Hasta mañana!...