Miro a los vareadores trepar a las más altas ramas del más alto nogal para sacudirlas con sus largas pértigas y hacer caer las nueces.
Si subieran un poco más, pienso, sacudirían las nubes. ¿Qué caería de ellas? Quizá visiones de paisajes en el otro lado del mundo, o sueños de mujeres y hombres de remotos sitios, o recuerdos de gente que estuvo en este mundo y ya no está.
Ese pensamiento pone temor en mí, y siento el deseo de pedirles a los vareadores que bajen del árbol para no poner a las nubes en peligro. Me contengo, sin embargo. Unos, los buenos, pensarían que he perdido la razón. Otros, los malos, dirían que estoy borracho.
No digo nada, entonces. Las nueces siguen cayendo, las nubes siguen pasando, y yo sigo pasando y cayendo.
¡Hasta mañana!...