Afuera el frío entumece los seres y las cosas, pero en la cocina de la casona de Ábrego la leña de manzano que arde en el fogón calienta y aroma al mismo tiempo el cuerpo y el espíritu.
Doña Rosa, la esposa de don Abundio, cuenta una de las aventuras de su marido.
-Fue a la casa de la comadre Lina cuando no estaba su marido, y apenas estaban platicando en la sala cuando de pronto llegó él. Saltó Abundio y escapó brincando la barda del corral. El compadre le preguntó a la Lina:
-¿Quién estaba contigo?
Respondió ella:
-Nadie.
Dijo su marido:
-¿Y luego el vuelito de la mecedora?
Concluye doña Rosa:
-Cada vez que el compadre viene al rancho, Abundio le saca la vuelta.
Dice él, mohíno y amoscado:
-Vieja habladora.
Su mujer figura con índice y pulgar el signo de la cruz, se lo lleva a los labios y jura:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...