Doña Chinta -Jacinta- la del rancho nunca se casó.
De joven, según me cuentan, no le faltaron pretendientes, pues era guapetona y hacendosa. Decían de ella los rancheros: "Así como es buena pa'l metate ha de ser buena pa'l petate".
Ella los rechazó a todos, incluso a Tacho, que tenía camioneta e iba a heredar la casa, los animales y las tierras de su padre, de quien era hijo único. Jamás admitió hombre. Una noche que Tacho, casado ya, tumbó a empellones la puerta de su casa e intentó forzarla, le metió en la panza una bala calibre .22 del rifle Mendoza que tenía sobre la chimenea "por si acaso". Si no se hubieran llevado a Tacho a Saltillo, al hospital, se le habría acabado la vida con aquella pildorita en la barriga.
La gente del rancho dice de doña Chinta:
-Vive sola.
Responde ella:
-No. Vivo conmigo.
¡Hasta mañana!...