Este amigo mío es tan escéptico que duda hasta de su escepticismo.
Sin embargo, tiene sobre su mesa de trabajo una pequeña imagen de la Virgen de Guadalupe. Dice:
-Es el mito más verdadero que tenemos los mexicanos.
Yo crecí en la devoción a la Guadalupana. En la casa de mis padres había una bella estampa de la Virgen que recibieron como regalo de bodas. Ahora la tengo yo. El marco, tallado en madera de cedro, fue obra de los hermanos Villa, sabios ebanistas saltilleros, y es en sí mismo una obra de arte.
Ante las tempestades de la vida, en medio de los quebrantos del cuerpo o del espíritu, oigamos la voz que desde el Tepeyac nos viene:
¿No estoy yo aquí que soy tu madre?
¡Hasta mañana!...