Cumpliré por estos días un ritual que observo desde los tiempos de mi primera juventud: leer el "Cuento de Navidad" de Dickens.
Se me aparecen también los tres fantasmas: el de las navidades pasadas, el de la Navidad presente y el de aquélla del futuro, que no sé si llegará.
Viene el recuerdo de los días pasados, de los queridos seres que pasaron ya. Viene el gozo de la Navidad cercana, con el amor de la mujer amada, de los hijos y nietos, de los buenos amigos que han compartido su vida con nosotros a lo largo de los años. Luego el camino se pierde en la niebla de lo desconocido, y la Navidad futura se vuelve una interrogación.
Mis padres están ahora aquí, conmigo. Por ellos aprendí a amar esta entrañable fiesta. Sé que para muchos es tiempo de tristeza por causa del sufrimiento o de la soledad. Pero la Navidad guarda la promesa de un nuevo nacimiento, de una vida que se renueva en la esperanza, en la fe y en el amor.
El mejor regalo de Navidad es la Navidad misma. Si la ponemos a en nuestro corazón y ya no habrá en él fantasmas de incertidumbre o de temor, sino alegres luces de paz, serenidad y amor.
¡Hasta mañana!...