Dice la leyenda que una mañana de abril de 1968, en los campos de golf del Centro Campestre Lagunero, jugaban con palo a dos manos, entre otros, el doctor Abraham Medina, el ingeniero José F. Ortiz, el licenciado Salvador Sánchez y Sánchez y don Antonio de Juambelz y Bracho. En el hoyo nueve y con más de 400 tiros en promedio cada uno de ellos don Antonio comenzó a aventajar a sus rivales no se sabe si por el favoritismo de éstos o porque de veras era tan bueno como El Tigre Wood. ¡-Qué buen tiro señor Belz!, repetía una y otra vez el doctor Medina a cada golpe dado a la pequeña bola selénica por el director de El Siglo de Torreón. Lo hizo en dos o tres ocasiones en forma lisonjera y fastidió al periodista.
-No me llamo Belz, subrayó con molestia y retomó el palo T. -Perdón don Juan, respondió el profesionista. Los amigos se quedaron helados y don Antonio falló el tiro por metro y medio.
***
-No se vayan, el cometa Halley pasará bien visible a las cuatro de la mañana. Nos iremos en caravana a las orillas del Nazas, a la altura de la colonia "Los Angeles", el mejor punto para observarlo a simple vista, invitó el profesor Joaquín Sánchez Matamoros a trabajadores y empleados que cubrían la jornada nocturna del diario defensor de la comunidad. Redactores, linotipistas, formadores, prensistas y colados concluyeron sus tareas unos después de la media noche del 9 de febrero de 1986 y otros a las tres de la madrugada. Ninguno abandonó el edificio, atendiendo la convocatoria del astrónomo, filósofo, escritor, columnista, romancero y administrador nocturno de El Siglo de Torreón.
Abordaron sus vehículos -los que tenían, los que no, no- y partieron en convoy hacia las afueras de la ciudad de Torreón. Como todos eran trabajadores de noche, no se habían dado cuenta de que el cielo estaba densamente nublado y no se veían ni la luna ni las estrellas. De la Vía Láctea ni sus luces. La escasa iluminación de las farolas callejeras caía abatida por la niebla circundante configurando un paisaje silente y misterioso. Entre la oscuridad los coches rodaron por las márgenes del río y se detuvieron detrás del vehículo insignia. Sólo el profesor Sánchez Matamoros llevaba binoculares; los demás la pura vista.
Arriba nubes grises y abajo, frío y escepticismo desalentaban a los improvisados observadores del firmamento y sus fenómenos; la cerrazón celeste permanecía imperturbable sin ninguna posibilidad de que el cometa se abriera paso y nos impresionara con su brillantez y mechuda cauda. -¡Chin! exclamó el maestro oprimiendo contra sus ojos los catalejos con lentes empañados por falta de aseo. -No se ve nada de nada… -Esto no estaba previsto en mis investigaciones, pero pérense, no se desesperen. Orita se abre el horizonte, intentó justificar el maestro, quien por cierto también fue serpentinero científico en los juegos de beisbol: analizaba el rumbo de los vientos dominantes antes de lanzar la pelota al plato. ¿Cómo le hacía?
Levantaba un puño de tierra, lo dejaba caer y según la dirección que tomara el polvo, se generaba la jugada: bola adentro, bola afuera, bola al centro o de "tenedor". Muy pocos bateadores conseguían hacer contacto con el esférico de cuero, cáñamo y corazón de hule fabricado por "Productos de Hule Torreón", una empresa propiedad de don Salvador J. García, el administrador de día del mismo diario lagunero.
Adormilados por una desvelada seca y ajena al horario de "La Fama", un club social siglero ubicado a media cuadra del periódico, los compañeros se acostaron en el suelo de tierra pedregosa y pronto comenzaron a roncar. Las oscuras nubes ni siquiera se movían y el cometa pasó de largo. No hubo avistamiento. Dos horas después comenzó el regreso, cada quien por su lado. El profe Sánchez Matamoros permaneció terco en el frustrado punto de observación -una lomita- y sólo se retiró cuando su reloj marcó las siete de la mañana.
Antes de despedirse del grupo y pedir disculpas por los nublados "aguafiestas", aseguró que en el próximo perihelio del Halley, no habría oscuridades cósmicas. -Por lo tanto -exclamó optimista- nos veremos de nuevo en este mismo lugar el 28 de julio venidero. Olvidadizo como lo son todos los sabios, no aclaró que el Halley pasa dos veces por encima de la Tierra cada 75 años, por lo cual el siguiente avistamiento -si no se nubla el cielo- será precisamente el 28 de julio del 2061 a las 4 AM. -¡No se preocupe! Aquí estaremos al pie de la colina, le prometimos con ánimos futuristas. "La Fama" ya había cerrado.
Continuará...