En las sesiones de planeación estratégica se suele definir o actualizar la misión de una organización, de una empresa o una institución. Al final del día, la misión marca el rumbo que ha de tomar el colectivo que hace la planeación. A propósito de la palabra misión, leí una entrevista hecha a la economista italiana Mariana Mazzucato por la publicación de su nuevo libro: Misión economía. Mazzucato es autora de varios libros, entre ellos El Estado emprendedor y El valor de las cosas, probablemente los más conocidos en español y acá en México. Quienes difieren de sus ideas y planteamientos la consideran una pensadora de izquierdas y no falta quien la califica como mínimo de estatista y en el extremo como comunista.
No obstante, luego de una entrevista publicada por El País, se le adjudicó la frase "la izquierda se ha vuelto perezosa. Debe centrarse en la creación de riqueza", pero ella replicó en su cuenta de Twitter puntualizando que hubiese preferido un título con cierto matiz: "la izquierda necesita ser innovadora tanto acerca de la creación de valor como en la redistribución". Con uno u otro título hay, sin embargo, un dardo a quien pareciera haber renunciado a pensar, innovar y ser creativo.
En la entrevista que aludí al inicio, la economista italiana, colaboradora del Instituto para Innovación y Propósito Público en el University College de Londres y en la Universidad de Sussex, trae a colación la experiencia de la misión a la luna por parte de los Estados Unidos como ejemplo de lo que podría hacerse para una economía post pandemia. En resumen, Mazzucato señala que, pese al poco atractivo en la opinión pública de aquel entonces, el gobierno norteamericano logró atraer el interés del mundo empresarial en un objetivo "extremadamente caro y ambicioso", como era ir a la luna y llevar hasta allá personas. El éxito fue múltiple pues no solo estuvo en el resultado que ahora conocemos, sino también en la generación de un modelo de colaboración entre el estado y las empresas y enormes desarrollos tecnológicos adyacentes al objetivo principal, como el surgimiento del software.
Una misión no debe confundirse con un proyecto, por grande e importante que este sea, sino, dice Mazzucato, se trata de "elegir un rumbo… e involucrar a tantos sectores como sea posible" Y abunda: "Se trata de repensar nuestra estrategia industrial, nuestra política de innovación y de compras para incluir tantas experiencias e innovaciones como sea posible, y soluciones bottom-up en los negocios, pero también en otras áreas."
Y entonces llegamos al punto de parafrasear a la economista aplicando sus dichos a esta región dado que La Laguna necesita ser "innovadora tanto acerca de la creación de valor como en la redistribución" y, desde luego, eso implica elegir un rumbo e "involucrar a tantos sectores como sea posible". Es importante insistir en la distinción entre proyecto y misión, entre rumbo y una acción específica. Los proyectos y acciones son, en todo caso, parte del rumbo elegido para el cual se decide colaborar y pactar.
Un ejercicio de ese tamaño (elegir un rumbo) ha sido muy difícil de impulsar y concretar en La Laguna. Tenemos dificultades que no hemos sabido sortear o alinear para bien, como la ineludible condición interestatal y multimunicipal. Pero también nos topamos ante la necesidad de contar con quien impulse una experiencia y compromisos del tamaño "extremadamente ambicioso y caro" que un rumbo puede implicar. Y, entonces, por décadas hemos tenido que contentarnos con glosar proyectos, unos exitosos, otros un fiasco y otros más de un tamaño asaz minúsculo como para entusiasmar.
También puede ser que la pereza de pensamiento o la ausencia de creatividad y capacidad para la innovación social sean factores que expliquen que no se tenga un planteamiento digno de ser llamado "Misión Laguna", o que las luces individuales de algunos proyectos nos encandilen tanto que hasta nos hagan desistir de dar el paso al que, aludiendo a aquel acontecimiento en la luna, podamos llamar "el gran salto".
@EdgarSalinasU