(CORTESÍA)
Tres personajes se entrelazan en tres historias surgidas de la pluma de Norma Lazo. La banalidad de los hombres crueles (Lumen, 2022) arroja prosas en distintos tiempos: Tokio en 1971 y Vladivostok en 1938 y 2019. La soledad y la muerte rondan el aura de los personajes, pero también la luz esperanzadora se deja apreciar por la rendija del sentir hospitalario.
En el origen de esta obra, la autora realizaba su ensayo Las 7 virtudes contemporáneas (donde propone siete opciones para surfear la actualidad y cada virtud es comentada como una obra estética). La virtud que encabeza la lista es la hospitalidad y se ejemplifica en la película Dersú Uzalá (1975) del director japonés Akira Kurosawa, inspirada en el libro escrito por el autor ruso Vladímir Arséniev.
“Ahí empezó el germen, más que de una novela, de un interés por esa historia, lo que se fue encadenando. Una cosa te lleva a la otra. Conseguí los libros de Arséniev, el de viajes titulado Por el territorio del Ussuri y ahí ya aparece Dersú, sale poco y se ve que luego le surgió la idea de hacer una novela sobre su relación con Dersú. Luego leí esa novela (que en algunas partes se llama El Cazador y otras como el personaje, Dersú Uzalá). Leí más libros de Arseniév, la autobiografía de Kurosawa, pensé que esa historia era muy bella pero que alrededor podría construirse otra historia igualmente conmovedora”.
Con la inspiración al rojo vivo, la autora se preguntó que habría pasado con la hija y la esposa de Arseniév. Buscó en internet, pero sólo encontró que la esposa fue ejecutada y la hija tuvo estancia en un gulag. Lazo quería saber más de ellas, siguió con sus investigaciones hasta encontrarse con un historiador, quien le prestó un capítulo de su libro sobre personajes célebres del lejano oriente ruso. Allí pudo indagar con más datos de la familia y eso fue el detonante para entrelazar las historias que componen a La banalidad de los hombres crueles. “Finalmente, si es una historia trágica y dura, tiene una parte de luminosidad, en la hospitalidad de los extraños”.
Los momentos históricos elegidos (1931, 1938 y 2019), le dicen a la autora que el ser humano se encuentra atrapado en el mismo ciclo de violencia y de crueldad.
“Es una crueldad que nos autoimponemos, que no ha cambiado nada, igual hay cosas en el Vladivostok de 1938 que las hay hoy en México, que deberíamos replantearnos todo lo humano, la comunidad y todo lo esta idea de progreso que nace del Siglo de las Luces, de plantearnos, de repensarlo, ver qué tantas cosa buenas trajo y qué tantas cosas negativas. Creo que eso es lo que me ha dejado a lo largo de esas historias”.
La banalidad de los hombres crueles se desarrolla en 200 páginas, donde el maestro Yoshikawa, Ekaterina Nikolayéva y Takumi arrojan fotogramas de distintas épocas, viven sucesos dolorosos y cada quien lo afronta desde su trinchera, pero también guardan luz y la autora pide al lector no ignorar los pasajes de bondad humana.
“La novela también tiene toda esta parte luminosa. Sé que la parte de la crueldad, de la rudeza, pesa mucho. Sin embargo, siento que también tiene una parte muy luminosa que es esta parte de la hospitalidad y empatía, que también es parte del ser humano. No nos clavemos solamente en que somos esta crueldad y violencia, también eso está ahí, en algún lado y hacer que salga.
Para Norma Lazo, la mayor hospitalidad se da con el extraño, con aquel que es diferente. Ese es el verdadero diálogo humano, que enriquece y alimenta el espíritu. El desentendimiento del otro le provoca ruido, sobre todo cuando no percibe empatía cada que se descubre una fosa en el país, pues la desaparición y la violencia en México también son tema en la novela.
