(ESPECIAL)
Ébano no es un libro más sobre África: es un fresco inmenso desde África. Para escribirlo Kapuscinski no visitó el continente: se mudó a él, y esa mudanza le cambió para siempre. A las orillas de los caminos de tierra roja se fijó en todo lo que un «enviado especial» pasa por alto: las prisas de la descolonización atropellada; la marcha incesante y con lo puesto del gentío; los retablos profundamente humanos que una y otra vez se arman y desarman en las cunetas de la Historia.
Sus crónicas a pie de calle y carretera se empaparon de ese feeling profundo del continente que olemos y casi palpamos al leerlas: la impresión simultánea de movimiento perpetuo y de permanencia nómada, esa convivencia de lo efímero y lo ancestral que cuestiona valores que en Occidente creemos sólidos como la roca.
Ébano pasaba de mano en mano entre la pequeña colonia de expatriados de Malabo, en Guinea Ecuatorial, donde a los veintipocos viví y trabajé como profesor. Nunca se me olvidó la irritación de Kapuscinski ante quienes al regresar a sus países «presumían de haber vivido en África, a la cual no habían visto en absoluto». Me impresionó tanto como el reproche que me hizo un alumno: «Los blancos siempre venís a explicarnos cómo somos»; o cómo la advertencia de un viejo misionero: "África trata mal a quien viene huyendo". Kapuscinski nunca cayó en ninguna de esas torpezas, y por eso Ébano sigue siendo un bosquejo cabal, sereno y acertado de todo un continente.
Sobre el autor
Ryszard Kapuscinski (Polonia, 1932-2007), Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, publicó en Anagrama La jungla polaca, Estrellas negras, Cristo con un fusil al hombro, Un día más con vida, El Emperador, La guerra del fútbol, El Sha, El Imperio, Ébano, Los cínicos no sirven para este oficio, Lapidarium IV, El mundo de hoy, Viajes con Heródoto y Encuentro con el Otro. Entre sus numerosos galardones figura el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, concedido en 2003.