Platón sostenía que "solo los muertos han visto el fin de la guerra". Por esa razón, pensar en las buenas intenciones y los llamados a misa de los Estados Unidos y algunos países de Europa, para frenar el conflicto entre Ucrania y Rusia, es desconocer la historia reciente de un país que a toda costa fue manipulado por los intereses económicos de las transaccionales que no conocen de ideologías. Así como olvidar que antes del conflicto, el gobierno del presidente Zelenskyy era señalado por su alto endeudamiento y escandalosos actos de corrupción.
Nadie quiere una guerra. Es totalmente deplorable la violación de la soberanía de cualquier nación. Incluso el presidente Putin cometió tal vez el peor desacierto desde que se encuentra en el poder, y no solo porque falló en el calculo de una operación relámpago que considero más fácil de lo pensado, sino porque al igual que el resto de la humanidad, sus ciudadanos aún no se recuperaban de los estragos económicos de la Pandemia de Covid, cuando tuvieron que asumir la elevación de los precios de la canasta familiar y la devaluación de la moneda, efectos propios del clima de guerra.
Tampoco se puede olvidar que fue precisamente el presidente Zelenskyy, quien apostó bien en la carrera presidencial de Estados Unidos, y a pesar de las presiones del ex presidente Donald Trump para que filtrara información comprometedora de los negocios del hijo del demócrata Joe Biden, el ucraniano leyó bien las tendencias electorales y se abstuvo, y tras filtrar las presiones de la Casa Blanca, finalmente Trump sobrevivió al juicio político, pero quien quedó mal con Dios y con el Diablo, fue Zelenskyy.
Antes de la intervención, muchos medios europeos que hoy presentan a Zelenskyy como un defensor de la democracia, señalaban como desaciertos de su gobierno los más de cien mil muertos por Covid que habían en su país, la alta tasa de desempleo, y la poca efectividad del programa de vacunación que apenas superaba al 30 por ciento. Considerado un showman, cuándo los propios ciudadanos ucranianos le reclaman el poco acierto de su equipo de trabajo, amigos sin experiencia nombrados en instancias esenciales para el ejercicio de gobierno, el presidente prefirió anunciar en un evento televisivo, que regalaría celulares inteligentes a todas las personas de la tercera edad para que se vacunaran, aunque nunca dijo como los pagaría.
Casi todas las promesas de campaña de Zelenskyy se desvanecieron desde el inicio de su mandato. Prometió terminar con el conflicto interno de su país, y por el contrario aumentó. Aseguró un gobierno transparente y de puertas abiertas, sin embargo los señalamientos de corrupción por sus compromisos con sectores empresariales, han sido su talón de Aquiles. Y algo que poco le interesaba informar a occidente, fue tremendamente duro con los medios de comunicación y los periodistas que cuestionaban su administración, y más aún, con quienes le exigieron al actor que no se comportara como en un set de grabación.
Pensar que las reacciones del mercado, o de empresas como Netflix, Starbucks, Apple, Ikea, o Louis Vuitton, entre muchas otras que anunciaron su salida de Rusia, obedecen a un compromiso social en protesta como la guerra, esta tan lejos de la realidad como pensar que esas presiones afectan a Putin y no a los rusos de a pie. Porque ninguna de esas empresas se pronuncia contra las denuncias que hay por sus deshumanizadas prácticas laborales, pero si se indignan contra la guerra de un país que ven como un mercado y les duele perder clientes, no las víctimas de la guerra.
Lo único que queda claro, es que tanto la Otan, como el consejo de seguridad de la ONU, del que México presume una silla, se han convertido en figuras decorativas que tras la Segunda Guerra Mundial, ven el final de sus días, porque lo que menos se les ha visto es firmeza, determinación e incluso la posibilidad de que un mandatario como Putin, titubeara en su decisión de intervenir militarmente a su vecino.
Es poco legible el discurso de unos sectores que consideran que el ingreso de Ucrania a la Unión Europea representaba una amenaza militar para Rusia. En gran parte porque Lituania, Letonia y Estonia, tres repúblicas que están más cerca de Moscú que el propio Kiev, hacían parte de la UE desde hace más tiempo, y nunca fueron consideradas como una amenaza. Como si los discursos de Zelenskyy que cada que caía su popularidad apelaba al espíritu antiruso para tratar de levantar su cuestionada administración.