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COLUMNA

Otro sí: ¡Basta ya Presidente!

SERGIO GARCÍA RAMÍREZ

En el lenguaje forense la expresión "Otrosí" indica que el autor quiere agregar algo a un texto previo. Denominé mi artículo anterior publicado en este diario "A voz en cuello: ¡Ya basta, Presidente!" Quise recoger un clamor cada vez más intenso que ha surgido en nuestra sociedad y se dirige, ante todo, a quien detenta el Poder Ejecutivo de la Federación: exigencia de seguridad, protección a la vida y a los derechos de los ciudadanos. En este artículo me refiero a otro clamor no menos alto, y me dirijo a la misma persona que debe escuchar nuestras voces, aunque se reserve la prerrogativa (¿un derecho?) de ignorarlas (¿hasta cuándo?) como ocurre ahora y aquí.

El Presidente de la República es el funcionario de más alto rango en el Estado Mexicano. La Constitución obliga a todas las autoridades a respetar y garantizar los derechos de los habitantes de la República, sin salvedad. Entre esos derechos figuran la vida y la integridad física, pero también el acceso a la justicia, el honor, la integridad moral, la libertad de pensamiento y de expresión. Viola la Constitución el funcionario que ataca los derechos de los ciudadanos, y peor todavía si para ello utiliza la tribuna que le provee el poder público y lo hace con absoluto desenfado, creciente agresividad, ánimo de ofensa y provocación. ¡Mucho peor -valga la expresión- si quien se encarama en esa tribuna para injuriar a sus conciudadanos es el primer obligado a respetarlos y protegerlos, el Presidente de la República!

Hace tres años se ungió con la responsabilidad del Poder Ejecutivo de la Unión (que pronto sería "poder de desunión") a un ciudadano que prometió guardar (pero no en un cajón) la Constitución, es decir, preservar los derechos y las libertades de los habitantes de la República. Pero el ciudadano electo para esa responsabilidad ha desplegado su palabra y su poder en otro sentido: se vale de un discurso colmado de denuestos para muchos individuos y grupos sociales. En ese ejercicio agresivo, implacable -y además infundado y creciente-, ha ofendido a mujeres, periodistas, intelectuales, integrantes de las clases medias, empresarios, padres de niños con cáncer, médicos, universitarios, opositores políticos, etcétera, etcétera. Es infinito el número de los agraviados. Lejos de unir a los mexicanos en causas comunes y constructivas, ha optado por ofenderlos y enfrentarlos, dividiendo a la sociedad entre partidarios y adversarios.

Las provocaciones proferidas desde la tribuna presidencial (en las abrumadoras matinées o en otros foros) han calado profundamente. Las ofensas constantes, los infundios, las acusaciones, la exposición de nombres y vidas constituyen una insoportable violencia verbal que puede traducirse -y de hecho se traduce- en violencia de otro carácter. Las invectivas presidenciales han llegado al colmo de agraviar a varios grupos con expresiones intolerables, como son los casos de los sacerdotes católicos y los miembros de la comunidad judía. ¿Cómo es posible que esto ocurra en una república liberal y democrática, en pleno siglo XXI, con desprecio a la Constitución y a los derechos de millones de ciudadanos?

Por eso, y por mucho más que ensombrece nuestra vida, es necesario agregar a las voces contra el crimen y la violencia otro clamor no menos vigoroso para que cese -¡pero ya!- la siembra de vientos que generan tempestades. Es insoportable el mensaje de odio instituido como instrumento de gobierno. Se ha convertido en uso y abuso del poder. Por eso, "Otrosí, ¡basta ya, Presidente!".

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Escrito en: Sergio García Ramírez Editorial Sergio García Ramírez

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