No hay como escuchar las anécdotas que comparten los colegas después de nuestra junta mensual de veterinarios, nos reunimos para cenar y disfrutar esos momentos de relajación al compartir nuestras experiencias tras una larga jornada de trabajo.
"Riky" se encontraba sobre la mesa de auscultación, presentaba un tumor del tamaño de una naranja en el costado derecho, su dueña se encontraba retorciéndose los dedos muy preocupada por el estado de salud de su querido perro. Se trataba de un "Poodle" de seis años de edad, única compañía de su dueña, una señorita de la tercera edad que adoraba a su mascota. El crecimiento del tumor había aumentado de tamaño en las últimas semanas y no había otra opción más que la cirugía. La dueña había agotado todas las formas para evitar la operación a su mascota, no era miedo a la cirugía, sino el separarse de ella por unos días ya que nunca se habían distanciado uno del otro. Al llegar el día en que "Riky" fue hospitalizado, las recomendaciones de su dueña no se hicieron esperar, no sin antes llevar cama, platos y juguetes de su mascota a la clínica. Una de las recomendaciones principales de su dueña fue, que por ningún motivo se sacara al animalito a pasear a la calle, pues no estaba acostumbrado y únicamente lo había hecho en sus brazos. Previo a la cirugía del paciente, se aplica un tranquilizante, se afeita y posteriormente se desinfecta el área de trabajo. Al momento en que "Riky" siente la aguja de la inyección para tranquilizarlo, da un gran salto de la mesa de preparación y escapa de las manos a los ayudantes, aún no se encontraba bajo los efectos del tranquilizante, escabullía como un perro acróbata para evitar su captura logrando alcanzar la puerta de salida de la clínica y escapa a la calle. El lugar donde se encuentra ubicada la clínica corre una gran calzada donde el tráfico de vehículos es abundante, tres ayudantes corrían detrás del pequeño paciente asustado y sucedió lo que todo veterinario teme cuando se le escapa un perro en la calle, fue arrollado por un automóvil.
Cuando la dueña se presentó para ver a "Riky", antes de darle la mala noticia de que su mascota se encontraba en estado de shock debido al trauma sufrido por el vehículo, con la desesperación de ver a su mascota no quiso saber detalles de la cirugía y pidió verle de inmediato. Al llamarle por su nombre con una voz dulce y pausada, "Riky" empezó a reaccionar, y al ver a su dueña se incorporó con algo de dificultad, y al ver el costado donde se encontraba el tumor, este había desaparecido. Con la preocupación del accidente que sufrió "Riky", nadie del personal se percató de que el automóvil había desprendido el tumor con el golpe. Así que al revisar la dueña a su mascota que aún se encontraba mareada por los efectos del trauma y no de la anestesia, se puso muy contenta al no ver las traumáticas suturas de la operación, y por los cuidados hacia su querido perro, solamente alcanzó a expresar con voz entrecortada… "Es un triunfo de la cirugía".
