Al fin había llegado la fecha tan esperada, el día de la presentación de mi libro "El Escribidor de Perros", por más que quería estar tranquilo, no dejaba de pensar en algo que pudiese faltar ese día, siempre tuve el apoyo de mi familia para los preparativos, sobre los invitados y la publicidad me había hecho cargo yo con semanas de anticipación.
El día del evento se presentó un frente frío en la región, pensé preocupado que sería un factor en contra para la asistencia, al llegar al Museo Regional donde se llevaría la presentación, ya se encontraban mis hermanos con los preparativos del evento, y mi sorpresa fue que ya estaban presentes dos de mis compañeras de primaria en primera fila, lo cual me dio mucho gusto y optimismo.
Quedé muy complacido por la bella sala donde se llevaría el evento, elegante, acogedora, íntima, con bellas paredes adornadas con exquisitas barras de maderas, así como el presídium con un fino piso de madera y tenues luces inferiores, una hermosa carpeta de flores adornaban la parte delantera del escritorio con un bello mantel verde bandera.
Quedé sorprendido de la puntualidad de los asistentes, iniciando a la hora indicada, afortunadamente con una asistencia total. Agradezco de todo corazón el apoyo de mis amigos de primaria del Colegio Mijares, de la preparatoria Venustiano Carranza, del equipo de americano "Apaches Dorados", colegas de la facultad de veterinaria y de la Asociación de Pequeñas Especies, vecinos, a mis tres lectores, y a mi familia.
Fue un gran honor escuchar los emotivos comentarios del público y sobre todo las inmerecidas palabras de mi maestra de primaria, quien estuvo a cargo de la presentación del libro. Al final de su participación, dio lectura a una de las historias que más le agradó, voy a ser sincero, aunque son cortas las historias, pensé que los asistentes se iban aburrir, pero más que el contenido de la historia, fue el embeleso de su lectura que cautivó completamente la atención.
Fue una tarde inolvidable, llena de nerviosismo y felicidad, pero me encantó una noble acción al final. Mi hermano daba la propina a una joven empleada del museo, que nos apoyó en el evento con la instalación del sonido, mesas del ambigú, copas y otros detalles, ella no la quiso aceptar, prefería un libro.
Mi hermano le insistió en que la aceptara y adquiriera el libro, y aún le quedaría algo de cambio. Al llevar el libro para que lo dedicara, le pregunte si había leído algún artículo de un servidor, me contestó que no, pero le había agradado sobremanera las historias que narró la maestra, y ella quería mucho a sus mascotas.
Y fue así como cerró con broche de oro esa noche tan especial de un sueño cumplido.
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