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ACTITUDES

¡Por favor detengan a López Obrador!

JOSÉ SANTIAGO HEALY

Alguien y pronto tendrá que poner un alto al presidente López Obrador en su desenfrenado esfuerzo por desacreditar a periodistas y medios de comunicación mexicanos, en especial a aquellos que han revelado los excesos, fallas y actos de corrupción del régimen federal.

Ante la denuncia de las casonas de su hijo José Ramón por parte del periodista Carlos Loret de Mola, López Obrador prácticamente se desquició al emprender una campaña furibunda en contra de medios y comunicadores.

No habíamos escuchado en décadas una reacción tan irascible de un mandatario mexicano por un artículo periodístico, es evidente que López Obrador no soportó que ahora fuera su hijo José Ramón quien fuera exhibido públicamente.

Una reacción parecida, pero a decir verdad menos escandalosa, escenificó el presidente José López Portillo cuando ordenó suspender la publicidad oficial en la revista Proceso ante una serie de reportajes que mostraban los malos manejos de su gobierno. "No pago para que me peguen", advirtió molesto el mandatario.

Ahora López Obrador ha llevado el asunto al extremo de mostrar los supuestos ingresos anuales del periodista Loret de Mola y de exigir a las autoridades que investiguen su procedencia.

¿Desde cuándo un presidente puede investigar los honorarios de un ciudadano por ejercer su trabajo, en este caso el periodismo? Si López Obrador no está de acuerdo con los reportajes de Loret pues que lo denuncie por difamación, pero no porque gane mucho o poco dinero.

Obviamente el veterano político tabasqueño ha conseguido en parte su objetivo, esto es desviar con sus iracundos ataques la atención hacia el periodista y cobijar indirectamente a su hijo y a su compañera Carolyn Adams.

Lo conveniente habría sido solicitar a la Fiscalía General de la República que investigue si hubo conflicto de interés de su hijo y su nuera por habitar una lujosa residencia de Houston, Texas, rentada a Keith L. Schilling, ex ejecutivo de Baker Hughes, empresa contratista de Pemex.

Pero no fue así, López Obrador optó por rasgarse las vestiduras e inculpar de quien sabe cuantas tonterías a Loret y de paso a otros comunicadores de prestigio como Carmen Aristegui a quien la acusó de engañar a su audiencia y de formar parte del bloque conservador.

En su desesperación por salvar a su hijo José Ramón del escándalo mediático, el mandatario cometió el error de informar que su primogénito trabajaba en la empresa Kei Partners, en Houston, cuyos propietarios son los hijos de Daniel Chávez, empresario hotelero ligado al gobierno de la Cuarta Transformación desde sus inicios.

Muy campante López Obrador dijo que Chávez le ayudaba como asesor en el tren Maya y otros proyectos sin cobrar un peso, desde luego lo que no dijo es que sus empresas serán de las más beneficiadas por varios de los planes del régimen.

Cualquiera puede imaginar la escena que se repite incesantemente en los gobiernos mexicanos. López Obrador cita a Palacio a Daniel Chávez y luego de pedirle sus consejos que seguramente no escucha, el presidente va al grano: "Daniel, mi hijo José Ramón necesita un trabajo y desea vivir en Estados Unidos porque su pareja es norteamericana, ¿tienes alguna sugerencia?".

Contesta Daniel Chávez: "Por supuesto Presidente, hoy mismo le llamo a mis hijos para que lo contraten en Houston, ahora que recuerdo están buscando a un abogado mexicano que pueda llevar las relaciones legales entre ambos países, no te preocupes esto está resuelto".

"Te estaré siempre muy agradecido Daniel, los hijos necesitan un empujón y como no puedo emplearlos en el gobierno, pues esta situación me queda como al anillo al dedo", concluye AMLO.

Así las cosas pronto veremos si López Obrador se sale con la suya y termina por crucificar públicamente a Loret, Aristegui, Jorge Ramos y otros periodistas críticos, o la ciudadanía se encarga de ponerlo en su lugar y de exigir que su hijo sea investigado a fondo por conflicto de interés y posibles actos de corrupción.

No trabajar en el gobierno no es garantía de honestidad y menos cuando se trata del hijo de un mandatario tan poderoso y arrogante.

NOTICIA FINAL…

El expresidente Donald Trump cometió el grave error de enfrentar a los medios de comunicación de mayor prestigio y trayectoria de su país pensando que la Casa Blanca lo hacía omnipotente e irrefutable. Se olvidó Trump que su gobierno duraba apenas cuatro años mientras algunos periódicos llevan más de cien años y las cadenas de televisión por lo menos cincuenta.

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