Un nuevo día recibe mi preocupación por sobrevivir el resto del mes sabiendo que el presupuesto se agotó en la quincena, esperar pronta atención médica y caminar sin temor en la noche.
Este mismo día acoge el optimismo desbordado del discurso oficial que pone en duda mi percepción de lo verdadero e insiste en cuestionar mi cordura, haciéndolo de manera a veces sutil, a veces acre.
En ese encuentro entre la realidad de uno y de otro, trato de mediar entre las "verdades" de mi cotidianidad y del poder de quien reclama sólo para sí La Verdad.
Llego después a un justo medio que a ninguna de las partes debería ofender: ni uno está desquiciado ni otro es mentiroso. Sencillamente, tienen agendas distintas.
Bajo esa conclusión conciliatoria, leo el periódico con una visión que aprecia el buen humor y relega el miedo.
Uno de los rasgos de las personas maduras, es decir, aquellas a quienes los golpes de la vida redujeron la velocidad de la lengua para no rebasar la de su pensamiento, lo muestra su habilidad para sonreír ante aquello que a otras hace gritar.
Buen ejemplo para ilustrar lo anterior lo da la lista de más de 40 "presidenciables" de la Oposición, presentada la semana pasada por el primer mandatario, así como la gran atención que captó en un contexto de mayúsculos problemas nacionales donde aunque lo importante levanta la mano, no recibe la palabra.
Ante los ojos del atribulado columnista, el destape hecho por el presidente Andrés Manuel López Obrador parece ser una burla o broma (juzgue usted si de buen o mal gusto) a propósito de la estatura política de los "precandidatos" listados, intención opuesta a la expresión de temor que algunos de sus opositores dicen es.
Esta situación me extrae variados recuerdos que contribuirían a dar un panorama más completo de este nuevo distractor de lo sustancial, aclarando primero que en estos casos no existe un solo responsable del desperdicio de recursos en lo insustancial, pues la idea de una mente inteligente o maquiavélica muchas veces requiere para su éxito de un receptor proclive al engaño, ingenuo o igualmente manipulador.
En otras palabras, para pescar hace falta una carnada y un pez tan hambriento como ignorante o necesitado del anzuelo para salir a la superficie aun lastimado.
Por principio de cuentas, no puedo dejar de recordar, una vez más, las juntas del equipo asesor de un amigo suspirante a la gubernatura de un estado norteño, en las que un claridoso integrante le decía: "No somos los mejores, pero somos lo que hay".
Evoco luego las reuniones en el cuarto de guerra de un candidato a la presidencia municipal de la capital de una entidad del centro del país, donde mientras una persona argumentaba que la debilidad de la oposición daba al equipo importante ventaja, otra advertía que esa condición representaba una amenaza.
"Atenerse a las limitaciones del contrario para triunfar, es renunciar a la motivación de ser mejores y, por lo tanto, equivale a dejar abierta la puerta para ser desplazados en el futuro cercano por quienes hagan de la competencia factor de superación", palabras más, palabras menos señaló uno de los asesores, por supuesto sin hacer mella en el grupo que celebraba las limitaciones de los contrarios.
Recuerdo otra ocasión en la que un grupo de ejecutivos de la iniciativa privada se divertía a costa de una ingenua y joven reportera que tomaba en serio sus expresiones, sin saberse objeto de los sarcasmos de esos viejos lobos de mar.
Ellos celebraban el sexagésimo aniversario de una conocida empresa nacional, acontecimiento por el que fue organizada una cena con invitación a los medios de comunicación masiva. Ahí "Lupita" -claro, nombre ficticio- fue invitada a compartir con ese grupo la mesa, sobre la que en tiempos de bonanza había exquisitos platillos.
-Ay, señor, ¿me pasa por favor los mariscos y esas galletitas?-solicitó amablemente "Lupita", pausando su conversación en torno a las múltiples ocupaciones que tuvo durante el día y lo exigente que era su labor.
-Se nota que tu trabajo es un apostolado-dijo irónico un ejecutivo, sin que aparentemente ella percibiera el tono de estas palabras.
-Sí, deveras, señor, esta tarea es muy sacrificada… ¿Me acerca ese postre y sirve un poco más de vinito?
En el camino de las agendas e interpretaciones paralelas, quizá la mejor alternativa es optar por la realidad al gusto, en la que todo o nada puede existir.
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