Un aforismo del escritor Albert Camus: "Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen", debería ser argumento suficiente para contestar a quienes suelen atacar el periodismo con el calificativo de "activista". Más, cuando dicho ejercicio periodístico ha demostrado que va más allá de ideologías políticas, sexenios y simpatías. Por ello, la descalificación del presidente Andrés Manuel López Obrador a la periodista Carmen Aristegui, no deja de contradecir su máxima de: "no somos iguales".
A muchos les podrá gustar o no el trabajo de Carmen Aristegui, podrán cuestionar sus formas, su discurso, incluso sus fobias, pero pensar que la intención con la que se atrevió a publicar el reportaje de la lujosa casa en la que vivió el hijo del presidente, José Ramón López Baltrán, no fue la misma con el que publicó la investigación de "La Casa Blanca de Peña Nieto", es un error, de forma y de fondo, ya que el escándalo que se desató luego de esa publicación, fue el inicio del desmoronamiento del imperio del Partido Revolucionario Institucional, que en cierta medida ayudó a que la ola de Morena creciera.
Podrán existir periodistas con una agenda política y partidista clara, otros favorecidos por un sistema que ya no está en el poder, pero en el caso de Aristegui, es claro que ha ejercido el oficio para cuestionar, exhibir y destapar hechos, más allá de quienes los protagonizan, tanto en los sexenios de Felipe Calderón, del PAN, como de Enrique Peña Nieto, del PRI; y cuando florecen las dudas frente a los datos duros, por qué debería ser una excepción el sexenio de López Obrador; aunque leyendo con rigor ni en el texto que comentó, ni en "Andy y la fábrica de chocolates", los reporteros aportan pruebas que permitan afirmar que los hijos de López Obrador incurrieron en un acto de corrupción.
Lo cierto es que no se debe confundir el trabajo de Aristegui, por más que en este par de textos hayan quedado vacíos que dan pie a la interpretación libre del lector. Lejos del disfraz de oveja con el que transitan muchas organizaciones civiles que intentan imponer sus intereses bajo premisas de activismo social, su periodismo ha estado lejos del poder, e igual que al presidente, le ha costado ataques, descalificaciones y persecución por tratar de que la verdad salga a la luz pública. Que López Obrador se dispare de nuevo al pie y se desgaste en una batalla que debería estar sosteniendo en otro territorio de la comunicación, ayuda más a la polarización que a la discusión, sobre todo cuando no se le hace ningún señalamiento directo de corrupción.
En la hoguera pública de las redes sociales se han dado cita los seguidores de uno y otro, para descalificar, amedrentar e insultar, muy contadas ocasiones para argumentar, discutir y disentir; y los únicos que han sabido sacar partido de este nuevo episodio de confrontación, son los enemigos en común de ambos, aquellos que durante décadas se han esforzado para que los tentáculos de la corrupción puedan atar tanto las intenciones de cambio como el deseo de que la información vea la luz a través del periodismo. Porque además resulta curioso ver que los mismos que antes atacaban y despreciaban a Carmen, ahora se indignan con los comentarios presidenciales.
Lo que algunos consideran ataques permanentes a la prensa por parte del presidente de la República, a diarios como Reforma y El Universal, para muchos colegas no es más que un marketing gratuito que han de estar agradeciendo los directores comerciales de esas casas editoriales, que bastante tráfico han de haber aumentado luego de que un día si y otro también, un mandatario con ese nivel de popularidad este citando sus titulares y los temas que publican. Un día un político que ocupó el cargo de gobernador me recordó que peor que hablaran mal de él, era que no hablaran.
Aun cuando no son nada agradables los comentarios en contra de medios y periodistas desde la mañanera, en este sexenio no se han cerrado espacios de comunicación, ni se ha obligado a empresas de periodismo a que saquen del aire voces como las de Carmen Aristegui, algo que si paso en los sexenios pasados.
UN DATO
Lo que si es cierto es que mientras el presidente sigue tropezando con la misma piedra, Jesús Ramírez Cuevas, coordinador general de Comunicación Social de la presidencia, ha hecho de su oficina un verdadero desfile de besamanos, y cuando algún medio busca acreditarse para asistir a la mañanera, le piden: Manifestar el compromiso de informar oportunamente cualquier cambio de los titulares o el equipo que cubre las actividades del presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Breve historia del medio en un espacio máximo de una cuartilla. Certificación de audiencia y/o circulación. Exposición de motivos para cubrir las actividades del presidente de los Estados Unidos Mexicanos en hoja membretada, firmada por la Dirección del medio.
Semblanza curricular de las personas fundadoras del medio. Resumen breve de la trayectoria en un espacio máximo de una cuartilla. Semblanza curricular de la persona a cargo de la Dirección General. Resumen breve de su trayectoria en un espacio máximo de una cuartilla. Eso entre otras cosas. ¿Habrán pasado por tantos filtros los youtubers?
@uyohan