Hemos tenido bastantes días por encima de los cuarenta grados este año. Ha habido algunos en que se derriten hasta las ganas. Si bien es cierto que para La Laguna las temperaturas arriba de los treinta y cinco grados no son nada extrañas entre mayo y septiembre, rondar sobre los cuarenta durante algunas decenas de días sí que llama la atención. Vi por allí un meme en el que un joven dice que ese había sido el verano más caluroso de toda su vida. Una persona a su lado le hace una anotación y le revira con un poco de sarcasmo señalando que más bien había sido el más frío del resto de su vida, aludiendo a lo previsible ante el cambio climático.
Aunque el cambio climático es un fenómeno sistémico y complejo, quizá lo que facilita más el caer en la cuenta de su presencia y relevancia sean los fenómenos naturales extraordinarios que estamos presenciado de un tiempo a la fecha, como lluvias torrenciales y extemporáneas o prolongadas sequías. La condición misma de esos fenómenos extremos y hasta hace algunos años calificados de "atípicos", hace que la complejidad del fenómeno se vuelva asequible desde algunas de sus consecuencias más palpables para la población.
A diferencia de lo que ocurre en otras partes del planeta donde se han declarado acciones emergentes a consecuencia de los impactos de algunos de los fenómenos extremos, por ejemplo, el caso del gobierno británico y la emergencia nacional decretada debido a las altas temperaturas o el caso cercano de lo que ocurre en Monterrey, en la Comarca todavía han sido anecdóticos los comentarios si los ponemos en relación con aquellos. Sin embargo, eso no es un salvoconducto permanente sino la oportunidad temporal que tenemos para prever, anticipar y preparar planes de actuación.
Uno de esos planes de actuación pudiera ser el específico frente al cambio climático. Tomemos como ejemplo el caso Torreón, dado que es el municipio con mayores recursos y capacidades institucionales de la región y es el que cuenta con una instancia de planeación urbana integrado por funcionarios públicos y representantes de la sociedad civil organizada y la academia. En 2016, se publicó el Plan Estratégico 2040 para Torreón y en su apéndice contiene un listado de proyectos que denominaron estratégicos. Entre estos se encuentra un apartado de proyectos bajo el título cambio Climático, que contiene 28 proyectos, el primero de los cuales denominan: "Planeación ante el cambio climático" y el segundo "Realización del plan metropolitano de acción ante el cambio climático." A 6 años de haberse publicado el documento, no se cuenta con ninguno de estos dos instrumentos en un nivel maduro y capaz de ser referencia para actuaciones ni de emergencia, ni de mitigación y mucho menos de adaptación.
Es de llamar la atención que ni siquiera el municipio que más avances en la planeación tiene en la región (algunos muy buenos) haya dado pasos sólidos desde la perspectiva de resiliencia climática. Ya podemos tener idea de lo que ocurre en el resto de las municipalidades. Precisamente la reflexión pretendía hacerla respecto a la dificultad operativa de planificar acciones frente al cambio climático en territorios metropolitanos con lógicas políticas distintas y a veces enfrentadas, con legislaciones desintegradas y con un divorcio entre las voces técnicas y las políticas, además de la simplificación burda con la que algunos sectores presentes en el debate público abordan este tipo de realidades. Si bien la acción por el clima es un ejercicio apremiante, a nivel de gobiernos locales, al menos en el caso mexicano es, todavía, una cuestión de excepción y, desde una perspectiva metropolitana, un enorme rezago.
El chascarrillo aquel de que no hemos pasado el verano más caluroso sino el más frío del resto de nuestras vidas puede hacernos reír un rato, pero también movernos a la reflexión sobre lo que el fenómeno implica.
@EdgarSalinasU