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Sin lugar a dudas...

Vamos a darnos tiempo

PATRICIO DE LA FUENTE

"Tiempo para curar nuestras heridas. Tiempo para empezar, de nuevo, nuestras vidas. Tiempo para saber si tú me necesitas. Tiempo para saber si me quieres o me olvidas".

-José José. Vamos a darnos tiempo- 

No han sido buenas semanas para el presidente López Obrador, su cara lo dice todo, también los índices de popularidad momentáneamente a la baja tras diversos acontecimientos recientes.

La lista de personas, entidades y países que no gozan de sus simpatías se alarga en forma preocupante. Molesto, descolocado, el mandatario abre demasiados flancos de guerra como si su intención fuese enemistarse con media humanidad. Por ahí no va. Alguien recuérdele que lo contratamos para ejercer la presidencia, no un circo de tres pistas.

Primero fue Panamá, país al que pretendía enviar a un hombre sobre quien pesan acusaciones que lo convierten en persona non grata. El empecinamiento presidencial por sostener a Salmerón pese a las múltiples denuncias de colectivos feministas enfrió las relaciones con dicha nación.

De la chistera, López Obrador, genera un nuevo distractor. Emulando a nuestro eterno y querido príncipe de la canción, José José, el presidente pide a España darnos tiempo como si la relación bilateral se tratara de un romance que transita por una temporada de celos, desconfianza y despecho. Tan descabellada es la petición de darnos tiempo que ni los diplomáticos de carrera entienden qué demonios quiso decir el tabasqueño.

Haber abierto la última caja china representa un error que diplomáticamente será muy difícil de subsanar. Con España no sólo nos unen lazos históricos ancestrales y el mestizaje. También, acuerdos comerciales que, dados los complicadísimos tiempos económicos, México no está en posición de soslayar.

"Qué difícil es cuando las cosas no van bien, tú no estás feliz y eso me pasa a mi también". El reportaje de Carlos Loret, aquél que puso en evidencia la lujosa vida de uno de sus vástagos en el extranjero, pegó en la línea de flotación y en el ánimo presidencial. Quizá no exista delito que perseguir ni conflicto de interés, pero el alto tren de vida de José Ramón, su hijo, contrasta con el discurso de austeridad y el llamado, del propio presidente, a habitar en la justa medianía de las cosas.

A últimas fechas, al titular del ejecutivo se le advierte desencajado, iracundo y con poquísima tolerancia a la frustración. Ironías de la vida, lo que no ha logrado la oposición en tres años parece haberlo conseguido, en un santiamén, el propio hijo del presidente: poner en entredicho a todo un proyecto.Animal político en eterna lucha y bajo asedio, con todo puede y aguanta López Obrador, salvo cuando su honorabilidad personal es cuestionada. Si algo lo saca de sus casillas y trastoca equilibrios, es al compararlo con personajes que de la política hicieron botín personal y de los cuales siempre procuró distanciarse.

"Porque hemos perdido la frescura del amor, el respeto por los dos, discutiendo a cada instante sin razón". Hacia Loret, con quien el mandatario mantiene diferencias insalvables, vino una retahíla de insultos y descalificaciones, al punto de haberlo exhortado a transparentar el monto de sus ingresos como si un particular estuviese obligado a hacerlo. Tiene derecho López Obrador a pronunciarse sobre la labor de los periodistas y a manifestar desacuerdo o incomodidad cuando así lo considere. A lo que no tiene derecho, mucho menos cuando se pronuncian desde el púlpito más importante del país y frente a una realidad donde centenares de colegas han sido asesinados por el ejercicio de su profesión, es a elevar la retórica al punto del insulto y la denostación personal.

"Qué difícil es hablarte y tú no comprender. Conversar lo mismo y enfadarnos otra vez". Y por supuesto, del otro lado de la línea se pronuncia España, igual de desencajada que nosotros ante el último disparate de Andrés Manuel López Obrador. José Manuel Albares, ministro de Exteriores del gobierno ibérico, rechazó tajantemente las descalificaciones realizadas por el presidente de México contra España y empresas apostadas en aquel país.

"Por qué no me dejas que me vaya por un tiempo, sin decirme que, al momento, te vas a quitar la vida si me voy". ¿Qué decir de Carmen Aristegui? Todo era miel sobre hojuelas hasta que Carmen tuvo la osadía de aventurarse a hacer lo que tan bien le sale: periodismo. Dados sus cuestionamientos al Gobierno y al presidente, Aristegui ha dejado de ser útil como si la razón de ser de un periodista fuese hacerla de relaciones públicas del mandatario en turno. Bajo la óptica del ejecutivo federal, Carmen pasó de ser un paladín de libertad y hoy se le tilda de integrante del periodismo conservador.

Ante los magros resultados y la transformación que no ha sido ni al parecer será, a lo que deberíamos apostarle a una tregua donde López Obrador modere, por el bien de la República, el tono de sus críticas y el nivel de agresión hacia quienes disienten y lo confrontan.

Sí, necesitamos darnos un tiempo, e ignorar a un presidente cuyo mayor logro es haberse convertido en un pendenciero de primer orden.

Twitter @patoloquasto

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