¿No les encanta cuando una persona habla sin pelos en la lengua, sin rodeos y así sin mas te suelta la bomba de que hiciste algo que le cayó como patada de mula? Bueno, esta vez se trata de mi hermana, que dicho sea de paso también es mi mejor amiga, el caso es que recibo una llamada diciéndome:
"¿Güey, puedes hablar?", a lo que yo le contesto: "Claro. El problema es callarme la boca jaja" A continuación se soltó con una serie de razones por las cuales le molestó enormemente un comentario que yo hice en casa de mi mamá la semana pasada y que por nada del mundo podía dejar pasar de largo, por cierto, después de escucharla me di cuenta de que en su lugar yo hubiera hecho lo mismo.
Lo que siguió entonces fue una conversación respetuosa, con mentadas de madre muy civilizadas y con la absoluta disposición de escuchar al otro por ambas partes, ponernos en su lugar, reconocer su punto de vista y, finalmente, terminar carcajeándonos y reafirmando nuestro amor eterno y el compromiso vitalicio de decirnos siempre la verdad, aunque nos moleste en el momento.
Eso pasó hace dos días y yo sigo repasando esa conversación en mi cabeza y sintiéndome enormemente agradecida de tener personas así en mi vida. Esas que, en lugar de evadir, confrontan. ¿Cuántas relaciones no perdemos a lo largo de la vida por no poder hacer esto? ¿De cuánto nos perdemos cada día si en lugar de acercarnos a preguntar que fue lo que pasó simplemente nos alejamos sin dar ni pedir una explicación?
Los malentendidos y la mala comunicación son, sin lugar a dudas, una de las peores plagas en cualquier relación.
Lo que pasa es que para poder tener una conversación como la que tuve yo con mi hermana se necesita mucho trabajo personal, muchísima madurez y, sobre todo, tener muy clara la razón por la que lo vas a hacer: proteger tus relaciones. PELEAR SIN ROMPER. Escuchar el otro lado y estar dispuesto a aceptar que puede no haber sido como tú pensabas. Saberte disculpar y, sobre todo, volverte experto en hacer la paz con quién la tengas que hacer y pasar a lo que tengas que pasar.
No estarte enganchando en rencores, en malas percepciones, en prejuicios o dudas.
Aprender a conciliar. A construir. A debatir. E incluso a pelear… y a estar de acuerdo en no estar de acuerdo. A respetar al otro, aunque piense algo que nos parezca absolutamente descabellado. Y, por sobre todas las cosas: a seguir siendo amigos.
Hablar y decir las cosas de frente es, en mi opinión, una cualidad que debemos de implementar en nuestro día a día para mantener relaciones sanas y duraderas e inculcares a nuestros hijos la importancia de hacerlo para que también ellos tengan relaciones donde la COMUNICACIÓN sea la base, recordemos que una relación sin una buena comunicación esta destinada al fracaso.
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