Con frecuencia uno de los argumentos más replicados de la oposición a la Consulta Popular de Revocación de Mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador es que es engañosa, tramposa y busca empoderar al mandatario. Y como "la lógica es una respuesta a la pasión", como bien dijo el periodista estadounidense Herb Caen, lo primero que que deberíamos entender es que quien más se beneficia de ese ejercicio democrático es precisamente quienes aseguran que AMLO debería dejar Palacio Nacional, porque finalmente es la oportunidad de sentenciar en las urnas lo que los discursos de polarización no pueden.
El llamado de algunos sectores a no votar la consulta, va más en detrimento de la democracia participativa y el control ciudadano al poder político, que la ratificación de un respaldo popular al presidente. Si López Obrador es derrotado en las urnas, la oposición tendrá oportunidad de pensar más en su candidato que en el candidato de Morena, o del presidente, que es lo mismo. Si los partidos políticos tradicionales PRI, PAN y PRD, quieren convencer al electorado de que no son más que cascarones sin ideología y que sus alianzas apuntan al bienestar y no al poder por el poder, deberían estar motivando a sus militantes a que participen en la consulta, al menos para demostrar que aún tienen voz, al no ser que sigan temiendo a la aplanadora lopezobradorista.
En efecto, el presidente sabe que cuenta con el respaldo suficiente para que sus seguidores ratifiquen su mandato, aún cuando es consciente de que la participación ciudadana puede ser mínima. Sin embargo, la misma lógica, hace que uno se pregunte: ¿qué hubiera pasado si está posibilidad democrática hubiera existido hace unos sexenios? seguramente, al menos en los periodos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, la presidencia se hubiera reducido a tres años, ya que ninguno habría sobrevivido a una consulta de revocación pasando el primer año de gobierno, lo que sí es seguro es que habría sido una poderosa arma para combatir la impunidad y la corrupción.
Más allá de la polarización, lo que debería entenderse es que el precedente de poder evaluar la labor de un mandatario es una herramienta útil en cualquier democracia. Incluso, el propio presidente se debe enfrentar a varios escenarios: Uno, donde pierde la consulta y se niega a dejar el poder, en ese caso acabaría no sólo con su sexenio sino con la posibilidad de que el próximo presidente fuera de Morena; dos, gana la consulta y lo único que logra es validar lo que ya le dicen las encuestas, incluyendo las pagadas por la oposición, que cuenta con una popularidad superior al 69 por ciento, pero tendrá que seguir negociando con los demás partidos políticos si quiere sacar adelante sus propuestas.
En un hipotético escenario, vale la pena preguntarse cuánto daño al erario público se hubiera evitado si este ejercicio de consulta se hubiera podido aplicar a gobernadores como Javier Duarte, César Duarte, Roberto Borge, Tomás Yarrington o Rodrigo Medina; por mencionar solo algunos. Confundir un mecanismo de participación ciudadana con el capricho del gobernante que lo promueve es pensar a corto plazo. Mañosa, que la consulta se quisiera promover para quienes gobernaran en los próximos años y no para su promotor, quien también tiene el riesgo de salir mal librado.
Invitar a no votar la consulta, lo único que exhibe es ignorancia, sería como pensar que la figura jurídica del amparo es mala, solo porque le ha permitido a muchos delincuentes evitar una orden de aprehensión. Quienes no están de acuerdo con López Obrador, tienen la oportunidad de decirlo en las urnas y demostrar que son muchas las voces que no concuerdan con su proyecto de Cuarta Transformación.
UN DATO
En los estados donde este año habrá elecciones, incluyendo Durango, los candidatos de las alianzas que integran diferentes partidos de oposición, han estado de visita en visita en la Ciudad de México para ver a algunos consejeros del INE, incluyendo a Lorenzo Córdova, no quieren arriesgarse a que la ola de Morena crezca con un presidente en campaña, y no solo por lo que esto significa en materia de recursos económicos, sino porque más allá de los balazos en el pie que se da López Obrador un día sí y otro también, su popularidad se mantienen en niveles que ya quisieran muchos mandatarios de países de primer mundo.